ECLIPSE

La indiferencia mata y eso estamos haciendo

Ileana Alamilla

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En medio de las noticias negativas que privan en el medio hay aspectos que pasan a segundo o tercer plano y es lógico, porque los casos horribles que ocurren a diario nos mantienen en estado de shock. Personas cercanas, algunos conocidos o desconocidos mueren en forma violenta a diario y eso nos ha vuelto insensibles al dolor ajeno.

Hay situaciones que urge que sean atendidas como prioridad, además de la indignante situación de miseria y pobreza en que se debate la mayoría de la población.

Varias entidades expertas en la materia, con base en datos del Ministerio Público y el Ministerio de Salud y Asistencia Social, dieron recientemente algunas estadísticas aterradoras: cada cuatro horas se denuncia una violación sexual contra una niña o adolescente, el 98% de estos delitos están en la impunidad; diariamente se registran cinco casos de embarazos en niñas menores de 14 años; 30% de las muertes maternas son en adolescentes menores de 19 años; cada cinco días se registra un suicido en adolescentes, el 60% de estos casos en mujeres, muchas veces asociados a violencia sexual, embarazos y relaciones de pareja.

Uno solo de estos datos provoca terror y continúan presentándose sin que la demanda social conmueva la adormecida estructura estatal encargada de poner coto a estos espantosos dramas humanos que enfrentan esas pequeñas víctimas y sus familiares. Una gran responsabilidad descansa en la falta de información sexual y reproductiva para los niños y niñas sobre un aspecto que es absolutamente natural.

No pretendo generar una polémica con las personas y entidades que se oponen a que el Estado brinde educación de esta naturaleza a las y los niños, pero creo que ante la ignorancia que hay en muchos círculos familiares, especialmente en aquellos hogares pobres y que carecen de oportunidades, es necesario que la escuela supla lo que la madre o el padre no puede explicarle a sus hijos. El cuerpo humano es lo más maravilloso de la naturaleza, no debe ser tratado como un tabú y es frecuente que como la madre no recibió esa información no sabe cómo explicársela a su hija.

Esto se hace mucho más necesario por las condiciones de violencia en que sobreviven numerosas niñas que son violadas por sus parientes cercanos, con lo que no solo se les roba la niñez, sino que las posibles oportunidades que hubiera logrado tener. Estudios han revelado que Guatemala tiene una de las tasas más altas de madres adolescentes en América Latina y algo hay que hacer para que esos seres humanos ya no sigan siendo víctimas de la indiferencia social y de la responsabilidad directa del Estado que las deja abandonadas a su suerte.

Ha sido un gran paso el interés de medios de comunicación de publicar sobre este tema. El Observatorio de Salud Reproductiva, una entidad que ha hecho grandes esfuerzos y un trabajo acucioso de monitoreo en esta materia, en mayo señaló que en el primer trimestre de este año se registraron por lo menos 578 nacimientos, entre niñas de 10 a 14 años, y los departamentos con prevalencia de población indígena son los que reportan la mayoría de casos.

Y la peor noticia es que, en lugar de disminuir, hubo un leve aumento este año en comparación con el mismo período del anterior. Y para ajustar, algunas niñas violadas tienen que vivir con el agresor, que es un pariente cercano o son estigmatizadas y ya no pueden seguir en la escuela por esa condición ajena a su voluntad.

Los diputados, en lugar de decretar normas que provocan rechazo, deberían aprobar la iniciativa del registro nacional de agresores sexuales y el banco de datos genéticos.

iliaalamilla@gmail.com

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