EDITORIAL

Abre nueva embajada en momento complejo

Unas horas después de que se hayan cumplido los 70 años de que Guatemala y otros cinco países reconocieran la existencia de Israel como Estado, se oficializa el traslado de la embajada guatemalteca a Jerusalén, la ciudad santa que para muchos es la capital histórica del estado judío.

Hablar de la historia de esa nación amiga, cuya influencia es más que notable a nivel global, es redundante. Baste decir que ha tenido que defender su soberanía luego de etapas conflictivas con sus vecinos y enemigos históricos; a su lado ha estado en estos siete decenios el apoyo político de los gobiernos de Guatemala.

Sin duda, esta relación ha traído beneficios para esta nación centroamericana, así como para otras como Uruguay, que forman parte de la primera media docena de países que reconocieron a Israel como una nación más en el concierto global.

El momento político que precede a la inauguración de la embajada guatemalteca en Jerusalén ha sido complejo, como muchos otros que ocurren en estos tormentosos tiempos de rechazo a varias decisiones del presidente Jimmy Morales. Coinciden las críticas contra el traslado de la mayoría de grupos afines a la Cicig, dato curioso, aunque no concluyente; sectores del pensamiento contrario al mandatario han llegado incluso a pedir que se anule la decisión ejecutiva del cambio de la representación diplomática a la Ciudad Santa, con el argumento de que se trata de un territorio en disputa.

Sin embargo, obvian que la decisión tomada por Morales se convirtió en un apoyo a la decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, quien ordenó el traslado y apertura de operaciones diplomáticas a Jerusalén, lo que ocurrió formalmente ayer.

Morales anunció el traslado de la Embajada a Jerusalén el 24 de diciembre último, y casi mes y medio después se reunió con el gobernante estadounidense, quien lo felicitó y agradeció el gesto. Dicho proceso culminará mañana, cuando se inaugure la nueva sede diplomática en esa ciudad.

No obstante ello, la tormenta política interna continúa porque la diplomacia guatemalteca ha abierto nuevos escenarios, esta vez pidiendo el retiro de los embajadores de Suecia y Venezuela, medida cuestionada por buena parte de quienes estuvieron en desacuerdo con el traslado de la embajada a Jerusalén.

No es casualidad el cambio de ubicación de esa sede. Entre 1947 y 1980, la Ciudad Santa acogió a nuestra representación diplomática, la cual luego se trasladó a Tel Aviv hasta estos días, y a lo largo de los 70 años de intensa relación, ambos gobiernos han contado con fuertes nexos en los momentos más disímiles.

Sin duda, existe una gran identificación entre ambas naciones, porque mientras Israel tuvo el respaldo político decisivo de Guatemala para sus primeros pasos en la ONU, el pueblo judío no ha dejado olvidado a nuestro país en momentos complejos, como ocurrió durante el bloqueo militar durante el gobierno de Jimmy Carter, el cual dejó sin repuestos ni armas al Ejército el 2 de noviembre de 1977, en un momento crítico de la guerra interna. El arma orgánica de la milicia fue el fusil Galil, producido por la industria militar israelí, y con ello la guerrilla no logró tomar el poder.

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