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Pamela Pennington, doctora en biotecnología: “¡Esto es lo que quiero estudiar!”.

Un libro le permitió apreciar a los organismos vivos de la manera que nunca imaginó; eso la marcó a la guatemalteca Pamela Pennington como científica especializada en biotecnología.

Pennington es doctora en microbiología y está al frente del Centro de Estudios en Biotecnología. (Foto Prensa Libre: José Luis Escobar).

Pennington es doctora en microbiología y está al frente del Centro de Estudios en Biotecnología. (Foto Prensa Libre: José Luis Escobar).

Libros, un microscopio e instrumentos de química fueron los obsequios de Navidad que Pamela Pennington solía recibir durante la infancia. Estos regalos alimentaron su interés por la ciencia, así como las visitas que hacía al laboratorio de una farmacéutica propiedad de un pariente.


Los tubos de ensayo y la bata que se ponía para jugar son desde hace más de dos décadas parte de su día a día. Hoy, Pennington es doctora en microbiología y está al frente del Centro de Estudios en Biotecnología, con sede en la Universidad del Valle de Guatemala (UVG), el cual confundó en el 2010 junto con la doctora Mónica Stein.
La científica (Guatemala, 1969), lleva a cabo diferentes proyectos de investigación en el área de control de enfermedades transmitidas por insectos. Luego del bachillerato (1987) se especializó en el extranjero en biología celular en la Trinity University en San Antonio, Texas.
Desde su regreso a Guatemala, hace casi 20 años, se ha dedicado a la formación de estudiantes en la ciencia, ha supervisado más de 30 tesis de guatemaltecos así como de Ecuador, Inglaterra, Brasil y México; y ha asesorado investigaciones en Biología y Antropología Médica. En el Centro de Estudios en Salud ha conducido distintas investigaciones con la meta de eliminar la enfermedad de Chagas en Guatemala. Del 2007 al 2012, fungió como directora del Departamento de Bioquímica y Microbiología, lo cual retomó en el 2016.
Ha colaborado en diferentes oportunidades con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, primero como integrante de la Comisión Intersectorial de Biotecnología, luego como su presidenta. Ha aportado en otros estudios en el área de control de plagas Mosca del Mediterráneo, Moscamed.
La biotecnología, explica la experta, es el uso de organismos o sus partes para obtener nuevos productos. Esto puede ser desde desarrollar una nueva vacuna, hasta aportar con insumos de la vida diaria como fabricar  algún alimento pasteurizado, un vaso de yogur o  artículos de limpieza. Otro ejemplo de interés de su campo profesional es el estudio de insectos capaces de digerir el plástico.
 

¿Cómo surgió su interés por la ciencia?

Los presentes navideños fueron una parte importante, pues siempre tuvieron que ver con la ciencia. También fue fundamental la cantidad de visitas que hice al laboratorio que por un tiempo administró la familia de mi abuela.
Yo crecí en ese ambiente y pasé mucho tiempo jugando con los utensilios que me permitían manipular. Cuando la farmacéutica pasó a manos de otra rama de la familia tenía nueve o diez años y aunque descontinué las visitas, me impactó mucho haber visto de primera mano cómo era el trabajo en el lugar.
Asimismo, crecí en un ambiente marcado por mujeres emprendedoras y mi madre me inculcó a trazarme la meta de una carrera.
 

¿Halló otras motivaciones siendo estudiante?

Cuando empecé el bachillerato me motivó mucho una maestra de Biología. En aquella época se llevaron a cabo unas olimpiadas en esa rama y ella creyó en mí y me inscribí. Me dio una tutoría y acompañó durante todo el proceso. Esa experiencia me ayudó a definir mi interés por la Biología.
 

¿De los libros que le regalaron, recuerda alguno en especial?

Uno de los que leí siendo niña era sobre Ingeniería Genética y un capítulo trataba de cómo se podía transferir genes de un organismo a otro. El tema siempre me interesó mucho. En 1980 llegó a mis manos otro, que aún conservo, el cual trataba sobre la evolución de los fósiles y también de la metamorfosis de los insectos; en general de la transformación de los organismos. Una parte de la obra se centró en cómo transferir los genes de una rana a una bacteria, logrando en poco tiempo lo que por vías naturales tomaría inclusive millones de años. Al completar esa lectura recuerdo muy bien que dije: ¡Esto es lo que quiero estudiar!
 

La lectura fue otro factor determinante.

La mayoría de mis proyectos comenzaron por alguna frase que leí y llamó mi atención. Una tía siempre nos obsequiaba libros. Recuerdo la vez que me dio una serie de National Geographic y cada mes esperaba con ansias la nueva revista. Uno nunca sabe qué es lo que pueda despertar en alguien cuando regala un libro. Este es un mensaje que me gusta compartir con mis colegas catedráticos y además, les dig que debemos creer en los estudiantes y ponerles metas muy altas, nunca subestimarlos.
A los jóvenes les insisto a creer en sí mismos y a que lean mucho porque realmente no sabemos si el próximo texto que tengamos en manos sea el que nos cambiará la forma en que vemos y entendemos las cosas.  Debo recalcar que uno de los enfoques en la UVG es la formación de estudiantes e involucrarlos en las investigaciones, aún en sus años de pregrado.
 

¿Tuvo algún catedrático que le dio esa escuela de vida?

Durante los años que me formé en el extranjero, para vacaciones, solía regresar a Guatemala. Pero hubo una vez que un maestro que me exhortó a quedarme y pasar un verano haciendo trabajo de laboratorio. Cuando terminé esa pasantía me puso un reto muy alto: escribir y publicar un artículo en una revista especializada. Yo tendría unos 20 años. Mi texto se divulgó antes de que me graduara y creo firmemente que ese tipo de decisiones a temprana edad resultan siempre en beneficios. El mío fue que pude aplicar, estando aún en pregrado a una carrera de posdoctorado porque me admitieron en prácticamente en todas las universidades en las que solicité una beca.
 

¿En qué investigaciones trabaja?

En el Centro de Estudios en Biotecnología empezamos en el 2010 con varias. Una de estas para el control de insectos que trasmiten enfermedades; ahora agregamos proyectos con bichos de interés para la industria agrícola.
La estrategia más utilizada es la del uso de bacterias para modificar al insecto y cambiar patrones, creando “insecticidas inteligentes”. Un ejemplo se ve con los que transmiten la enfermedad de chagas; al intervenirlos, la producción de huevos se reduce y con esto la multiplicación de los especímenes.
Desde el 2007 se trabaja en esto y el país está muy cerca de ser declarado libre del mal. Hoy, la población de uno de los tipos de portadores está prácticamente controlada.
De manera similar, trabajamos con bacterias transgénicas en el laboratorio para lograr la esterilización de mosquitos y así hacer que la población predominante sea de machos y no de hembras, que son las portadoras de varias enfermedades, como la malaria, el zika y el chikungunya. Para el 2019, si todo marcha bien, obtendremos los resultados finales, que hasta el momento han sido lo que hemos proyectado.
 

¿Se han logrado avances significativos en el control de enfermedades?

Guatemala fue declara libre de oncocercosis. Y, como ya indiqué, estamos  muy cerca de lograr la erradicación de la enfermedad de chagas; para esto, se trabaja en un objetivo global para el 2020.
En el caso de la malaria estamos en la fase previa a eliminarla.  Todos los casos son complejos, pues el esfuerzo no se reduce a los proyectos que desde un laboratorio se puedan obtener.  Hay una serie de temas sociales que también intervienen. Es por eso vital involucrar a otras Ciencias Sociales en los trabajos de campo.
También hace falta incorporar antropólogos para que las tecnologías sean adoptadas por la sociedad. Se han dados situaciones en que, por desconocimiento o temores, los resultados no se pueden aplicar debido a que no se consideró la manera adecuada de implementarlos en una comunidad. Es por ello que de forma sistemática incorporo estas otras ciencias a mis proyectos, para siempre tomar en cuenta el impacto social de cualquier tecnología que estemos desarrollando.
 

¿Hay nuevas amenazas?

Sí, todas las enfermedades emergentes que surgen en Sudamérica y que se expanden con facilidad por el Istmo. Ahora, en Brasil hay un brote de fiebre amarilla y que podría representar un peligro para nuestra zona. Por fortuna, para esta fiebre sí hay una vacuna; la enfermedad es transmitida por un mosquito, al igual que el zika, dengue y chikungunya.  Son epidemias globales; lo que están haciendo los países es mejor la vigilancia en sus fronteras como prevención.
Otro factor que contribuye a la expansión de los mosquitos son los cambios climáticos, lo que cual incrementa su reproducción y hace que la expansión de los virus sea más efectiva.
 

¿Crece el interés por la biotecnología?

La hemos estado promoviendo en todo el país. En otro departamento, el de Bioquímica y Microbiología, abrimos una nueva carrera, que se llama licenciatura en Biotecnología Molecular. En la UVG hay además una ingeniería en Biotecnología Industrial. Adicionalmente, una en Bioinformática. Con todas, queremos hacer una masa crítica que incida en emprendimientos porque queremos llevar soluciones creadas localmente y no importar ideas de otras latitudes.
Es importante incentivar este tipo de proyectos para que los profesionales no emigren. La fuga de talentos es un fenómeno aún vigente y el país carece de políticas que permitan reinsertarse en el mercado laboral a quienes se han especializado en el extranjero.

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