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Un acercamiento al jazz guatemalteco

El jazz se convirtió en una actitud artística que ha llegado a otros países como Guatemala, donde el gremio jazzista ha mutado desde la academia, el trabajo artístico y la gestión cultural.

Un acercamiento al jazz guatemalteco

Un acercamiento al jazz guatemalteco

Cada 30 de abril, son muchos los artistas y aficionados que  se reúnen a celebrar la fecha. Desde que el día fue declarado de importancia internacional por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el género ha  provocado  reflexiones sobre la lucha por la libertad y el goce de las melodías.

Tal y cómo lo establece la Unesco, luego de haber brotado como un símbolo musical de resistencia en poblaciones estadounidenses racializadas, el jazz “ha apelado y sigue apelando a personas de todos los orígenes lingüísticos, políticos y económicos, siguiendo su trayectoria”. A miles de kilómetros de Norteamérica, en Guatemala, esto no es una excepción. En el país son varios los sectores que estudian y divulgan esta actitud rítmica.   

“Aunque no hay una carrera específica de jazz, el género se trata y se estudia en muchos libros. Los profesores estamos en iniciativas jazzistas y ayudamos a los estudiantes interesados a tener una improvisación que llevan tanto en las aulas como afuera”, explica Rosse Aguilar Barrascout, saxofonista, cantante, compositora y catedrática en La licenciatura en Música con especialidad en Ejecución de Música Popular y Contemporánea  de la Universidad Da Vinci.

La artista e integrante del conjunto de jazz Imox infiere que el hecho de que este género se estudie en el país  promueve además nuevas formas de sensibilidad. “La improvisación del género es importante y se empieza como un instinto. Hay una tierra sobre la cual se trabaja, ya que la persona lleva preparado su conocimiento para improvisar. Tiene que haber una conexión previa teórica, pero también sentimental”, dice.

El jazz también suele desbordarse en  una forma experimental. “No pelea con nada. Podés hacer un jazz pop, latino, punk... Pueden estar todos los géneros”, agrega Rosse Aguilar Barrascout.  En Guatemala, por ejemplo, suelen realizarse  improvisaciones (jam sessions)  en recintos culturales como La Esquina Jazz Café, Bar Esperanto, Trova Jazz o durante los días del Guatemala Jazz Festival en el que  anualmente se invita a  artistas locales y extranjeros dentro de la rama musical.

“El caso del jazz es particular, porque ciertamente no es de los géneros musicales más populares, pero mi percepción es que tiene una sólida base de seguidores que cada año crece más”, comenta  Fidel Celada, director del departamento de Actividades Culturales del Instituto Guatemalteco Americano (IGA) y coordinador del Guatemala Jazz Festival. Si bien este  evento ha estado presente  desde 2001, para algunos jazzistas, las presentaciones en vivo  son un tema ambivalente.

“Algo bueno de los ochentas y los noventas es que habían varios  cafés y lugares como La Bodeguita del Centro donde se tocaba jazz. Varios de estos espacios desaparecieron y ahora se hacen presentaciones en formatos más pequeños donde tienen que trabajar dúos o tríos de músicos. Antes los grupos eran más grandes, de entre siete u ocho personas. Esto también ha afectado los presupuestos de los artistas”, comenta el bajista y jazzista Rolando Gudiel.

El músico agrega que hace varios años los integrantes de los conjuntos podían devengar por una presentación entre Q600 y Q700, mientras que en el presente, la cantidad puede que disminuya a la mitad.

Fernando Pérez, Secretario del Comité de Vigilancia de la asociación Musicarte, comenta que los espacios para consumo de jazz  en el país suelen ser  complejos. “Hay pocas invitaciones a los jazzistas y cuando se reciben las aceptamos. Hay pocos lugares donde puedes darte a conocer porque puede que muchos de estos  no tienen   un buen sonido. El público de jazz es muy exigente”, señala el músico quien además es  co-creador del ensamble Fernando Pérez y su Latin Jazz, que desde 1994 ha publicado cuatro discos.

A pesar de las complejidades por encontrar distintos espacios  calificados para interpretar  jazz frente a un público,   también es un hecho que el campo laboral se ha ampliado para  los intérpretes.  Actualmente hay trabajos en la docencia desde las universidades o clases magistrales. 

Por otro lado, la divulgación también se amplía con proyectos académicos autogestionados como las escuelas Gama Music y A Una Voz!, o a través de presentaciones populares que ofrecen constantemente iniciativas como la Big Band Municipal.

Asimismo, junto con la oferta académica en instancias como la Universidad del Valle de Guatemala,   Da Vinci o Galileo, el país tiene la oportunidad de adentrarse cada vez más en este campo. ¿En qué radica la importancia por hablar del jazz? Quizá en la búsqueda de la apertura que esta inspira. En palabras de Fernando Pérez, se trata de un “viaje lindo y supremo en libertad que nunca es igual, aunque se toque al mismo tiempo”.

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