Por otro lado, recuerdo todo lo que aprendí estando allá y lo mucho que me ha servido ese espíritu guatemalteco en Europa. No olvido lo mucho que luché por aprender a cantar y por aprender esas otras destrezas que conlleva la ópera, y esos momentos son mi constante recordatorio de darlo todo en escena y apreciar cada día en este bello trabajo.
Al mismo tiempo, recuerdo con mucha admiración y cariño a la gente de regreso en Guatemala, porque he visto que han surgido muchas nuevas iniciativas en la música y, sobre todo, en la mentalidad de ser músico.
Impulsar el arte en Guatemala es una motivación para seguir trabajando duro y así poder compartir mi conocimiento cada vez que regreso a Guatemala y de cierta manera, romper ese paradigma de que sí se puede vivir de la música.
Guatemala tiene esta magia, no solo de tener un clima perfecto, sino de tener gente luchadora y ese es el regalo más grande.