La enfermedad, provocada por el parásito Trypanosoma cruzi y transmitida principalmente por insectos triatominos, ha sido tradicionalmente asociada a zonas rurales de América Latina. Sin embargo, el CDC documentó su presencia no solo en humanos, sino también en animales domésticos, fauna silvestre e insectos dentro del territorio estadounidense.
Aunque históricamente en EE.UU. se catalogaba como una dolencia “extranjera”, un artículo publicado en la revista científica Emerging Infectious Diseases resalta la necesidad de mayor vigilancia y formación médica, ya que muchos profesionales de salud y veterinarios desconocen los riesgos de exposición.
La OMS estima que más de siete millones de personas padecen la enfermedad en el mundo, con unas 10 mil muertes anuales. En EE.UU., los casos se concentran principalmente en Texas, aunque se han confirmado infecciones también en California, Arizona, Tennessee, Luisiana, Missouri, Mississippi y Arkansas, según reportes de CBS.
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La dolencia tiene dos fases. En la etapa aguda, los síntomas suelen pasar desapercibidos: fiebre, malestar general o hinchazón del párpado (signo de Romaña). En este periodo el tratamiento antiparasitario resulta más efectivo.
La fase crónica aparece entre 10 y 30 años después, con complicaciones cardíacas y digestivas graves. Sin tratamiento, puede afectar el sistema nervioso y derivar en insuficiencia cardíaca.
Prevención y vigilancia
La enfermedad se transmite por la picadura del insecto triatomino, pero también por transfusiones de sangre, trasplantes de órganos, transmisión congénita, alimentos contaminados y accidentes de laboratorio.
Autoridades sanitarias insisten en la detección temprana y en la eliminación de espacios donde habita el insecto vector. Aunque no existe vacuna preventiva, el CDC advierte que la vigilancia epidemiológica y la capacitación de los profesionales serán claves para contener la expansión en Estados Unidos.

