Salud y Familia

Por qué los niños necesitan estar al aire libre

Desde el inicio del curso escolar, la polémica generada por el funcionamiento de las aulas para disminuir los contagios de covid-19 no ha parado de crecer.

Shutterstock / Sharomka

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A ello se suma la controversia que generó el cierre de parques y espacios abiertos a partir de la aplicación de nuevas restricciones.

Todas ellas tienen a los niños y niñas en el punto de mira y todavía no tenemos claro cuál sería la medida correcta para encontrar el equilibrio. Sin embargo, antes de que el coronavirus pusiera en jaque al mundo entero, la Universidad de Oviedo, a través de la Cohorte INMA Asturias, ya estudiaba los efectos de la exposición ambiental en la salud infantil.

Es decir, ya existía un debate en el que era necesario valorar si los más pequeños debían pasar más tiempo en espacios abiertos o, por el contrario, en lugares cerrados.

Tal y como ha revelado dicho estudio, los riesgos existentes en el ambiente tienen un impacto en la salud y el desarrollo de los niños. Las exposiciones tempranas pueden influir en su salud a la edad adulta, al alterarse la programación fetal y el crecimiento temprano. Pero, ¿donde son mayores estos riesgos?

Las diez sustancias químicas que constituyen una preocupación para la salud pública, incluyen, entre otros, los compuestos orgánicos persistentes (COPs), los metales y los pesticidas, insecticidas o plaguicidas que pueden causar efectos tóxicos agudos o crónicos, y que plantean riesgos específicos en la infancia.

Estos compuestos, de origen antropogénico, tienden a concentrarse desde el medio acuoso hacia el organismo. Posteriormente se magnifican a través de las cadenas alimentarias.

Sustancias químicas con efectos tóxicos

En primer lugar, los COPs se utilizaron de manera intensiva en la agricultura y la industria durante la segunda mitad del siglo XX. Su efecto en los seres humanos puede alterar el equilibrio hormonal, provocando efectos adversos sobre la salud de las personas, animales o de sus descendientes.

Por su parte, los metales pesados representan una amenaza para la salud humana porque no son biodegradables. Pueden depositarse en los tejidos u órganos del cuerpo para producir daños tras la exposición inicial.

En el estudio de la Universidad de Oviedo, se han analizado también las fuentes de COPs y metales y se han asociado a ciertos componentes de la dieta. Entre ellos, el consumo de dulces procesados (chuches), la existencia de alfombras o moquetas de plástico, el uso de limpiadores agresivos en el hogar, insecticidas o ambientadores, la ausencia de ventilación natural o la contaminación por tráfico.

Todos ellos se asociaron significativamente con concentraciones más altas de Cobalto (Co) o de Sulfito de Plomo (PBDs). Por tanto, si no se realiza la adecuada ventilación natural forzada periódica en los espacios cerrados, se acumulan contaminantes ambientales procedentes del interior.

Efectos tóxicos que pasan factura

El mencionado estudio de la Cohorte INMA Asturias, del Área de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo, ha realizado desde 2004 el seguimiento de 494 madres y sus nacidos hasta los 14 años. Todos ellos habitan en una zona industrializada con un fuerte potencial de exposición ambiental.
En concreto se ha hallado que, a los 4 años, ya existe en los niños una alta prevalencia de metales pesados en la orina. Además, se ha observado que la exposición a mezclas de metales que contengan cobalto, zinc o plomo pueden influenciar el crecimiento y desarrollo infantil.

Esto podría afectar al índice de masa corporal o a la circunferencia abdominal y la altura física, [dependiendo de los niveles de exposición medidos en sangre].

La exposición ambiental infantil es el mayor reto al que nos enfrentamos en este siglo. Esto sucede porque es ubicua, de alta prevalencia y de consecuencias muy negativas para la salud de las generaciones venideras si no actuamos a tiempo. Por tanto, pasear al aire libre será la elección más saludable, siempre y cuando lo hagamos en lugares alejados de zonas industriales.

Deficiencia de hierro y vitamina D

También se ha observado que los niños que tienen deficiencia de hierro (anemia ferropénica) presentan concentraciones significativamente más altas de Co que aquellos que no presentan este tipo de anemia.

Por otro lado, en los análisis también se ha visto que, a los 4 años, los niños presentan una alta prevalencia de déficit de vitamina D en sangre, lo que ocasiona un gran problema en el sistema inmunitario. El motivo podría ser la falta de paseos o juegos al aire libre, así como una dieta deficiente en vitaminas.

Al mismo tiempo, los niños con sobrepeso u obesidad a esta edad tienen perfiles de riesgo de lípidos más altos, lo que puede tener consecuencias de enfermedad cardiovascular temprana.

Por ello, es altamente recomendable que los niños paseen al aire libre lo máximo posible y que se haga una ventilación forzada en los hogares. Esto podría tener grandes ventajas para los más pequeños, pues evitarían la contaminación ambiental de espacios cerrados asociada a la ubicuidad de exposición.

Además, favorecería la captación de vitamina D y disminuiría la obesidad. Estas virtudes se darían siempre y cuando se trate de espacios alejados de industrias funcionantes y emisoras de materia particulada (PMs).

La transmisión placentaria

Por último, según resultados de la Cohorte INMA Asturias, la concentración de COPs que presentan los niños durante los primeros años de vida depende en gran medida de la concentración en la madre y de la transmisión placentaria durante la exposición prenatal. Además, tendría un efecto negativo de mayor transmisión la insuficiente ganancia de peso durante el periodo de gestación.

En concreto se ha encontrado que entre el 65 y el 93 % de la concentración de COPs que tienen los niños a los 4 años dependen de la que tuviera la madre durante el embarazo.

Según esto, si incluyéramos la medición rutinaria de COPs en el programa de seguimiento del embarazo, se podría realizar educación sanitaria de prevención en aquellas mujeres con altas concentraciones de contaminantes en su organismo. Esto tendría un alto impacto en la salud futura de los niños.

Con todo, se enumeran a continuación algunas recomendaciones para la vida diaria que serían muy beneficiosas en el desarrollo de nuestros niños y niñas:The Conversation

  • Se deben elegir alimentos frescos en lugar de productos procesados que tienen listas largas de ingredientes en la etiqueta (cuanto más larga es la lista, es más probable que el producto contenga COPs).
  • Comprar frutas y verduras producidas sin pesticidas, así como productos certificados orgánicos, ecológicos o de proximidad.
  • Eliminar el uso de plástico, especialmente al calentar o almacenar alimentos. En su lugar, utilizar recipientes de vidrio o aluminio para los alimentos y bebidas, especialmente en los niños y, sobre todo, en los lactantes.
  • Quitar o minimizar la presencia de alfombras de plástico en el hogar.
  • Evitar productos de limpieza agresivos con larga lista de componentes químicos.
  • Pasear o jugar al aire libre, siempre que se pueda en zonas ajardinadas de parque o monte. Sin embargo, evitar el paseo en zonas industrializadas o con empresas emisoras de contaminantes o materia particulada.
  • Hacer recomendaciones de alimentación variada y rica en vitamina D, especialmente durante el invierno.

Adonina Tardón, Catedrática y Directora del Área de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Oviedo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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