Salud y Familia

Trabajo en equipo, una fórmula para escalar en el empleo

Para tener éxito a largo plazo es necesario saber asumir los objetivos propios y los comunes, no se puede ser egoísta.

¿Quiere usted hacer carrera? Bueno, prepárese porque va a necesitar dar más de un empujón. Pero ¿sigue siendo cierta esta afirmación? ¿Quién prospera en el trabajo y consigue escalar? ¿los egoístas o los que saben trabajar en equipo?

El profesor universitario Jens Weidner cree que la era del ego ha terminado y destaca que el trabajo en equipo es extremadamente importante. “Yendo por la vida solo con el ego por delante no se resuelven tareas complejas”, explica Weidner, que además es coach de ejecutivos y ha escrito sobre el tema.

Dos estudios estadounidenses de la Universidad de Berkeley mostraron recientemente que las personas poco amables, que pueden ser incluso agresivas y más bien egoístas no conseguían más poder que otras que eran clasificadas como “agradables”.

En estos estudios, que se llevaron a cabo durante un largo periodo de tiempo, se constató que esas personas sí acababan teniendo peores relaciones interpersonales en el puesto de trabajo, lo que anulaba cualquier ventaja que pudieran haber obtenido por su comportamiento egoísta.

Melanie Kohl también observa un cambio en las empresas en este sentido. Hoy en día, uno puede triunfar haciendo que otros tengan éxito. “Las empresas quieren seguir siendo atractivas para sus empleados e intentan asegurar un buen ambiente de trabajo”, explica Kohl, que se dedica al “coaching” mental.

Después de todo, los empleados se sienten más satisfechos si ven que pueden lograr más, asumir más responsabilidad y estar más motivados. “Si un equipo cuenta con demasiados integrantes egoístas, se verá todo lo contrario”, afirma Kohl. Y no importa en qué sector se mueva uno, esta realidad se aplica a todos.

La agresividad ayuda

Sin embargo, ser una persona que sabe trabajar en equipo y que es colaboradora no significa que vaya a estar siempre ahí para los demás, explica Kohl, sino que tiene que saber asumir la responsabilidad de los objetivos propios y los comunes.

Por otra parte, todo equipo tiene también su lado oscuro, como apunta el profesor Weidner. Puede convertirse en una banda que propaga el miedo. Es por ello que resulta importante detenerse a analizar cómo surge la presión entre los compañeros, quién es el que se erige como portavoz, quién es el que apoya si uno ha cometido un error o quién se pone en contra de quien.

“La agresividad es necesaria precisamente con aquellos colegas que procuran intencionalmente poner palos en la rueda”, explica Weidner. Y con esto no se está hablando de puro egoísmo, sino más bien al contrario. El profesor lo llama “agresión positiva”. En su opinión, en ocasiones uno puede sentir cierta agresividad y tener que aceptar que otros van a perder.

Explotadores y explotados

Sin embargo, los experimentos del profesor Manfred Milinski, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva en Alemania, muestran lo difícil que puede ser esa lucha. Si entre dos empleados que están al mismo nivel, uno tiene la opción de avanzar y recibir un salario más alto, se convertirá en lo que se denomina un “chantajista” o “explotador”.

“El explotador seguirá trabajando con su colega, pero en el 40 por ciento de los casos en verdad no lo hará”, explica Milinski. Esto hace que sea difícil reconocerlo como un explotador, beneficiándose de ese trabajo conjunto.

Estos términos que se han mencionado se originan en el “dilema del prisionero”, un juego que se realiza a modo de experimento. En él dos participantes se benefician más si cooperan que si ambos se comportan de manera egoísta. Pero si uno es egoísta y el otro coopera, el egoísta obtiene el mayor beneficio y el que coopera, se va con las manos vacías.

Cuando un colega amable engaña…

“Uno cree que sus colegas o jefes son amables y serviciales, pero de repente descubre que no están jugando limpio con uno”, describe el profesor Milinski. Al principio uno piensa que ha sido un descuido, pero después constata que esa situación se repite. “Si se detecta a alguien como un adulador, probablemente sea un chantajista”, afirma el biólogo evolutivo.

La estrategia de explotación obliga a la otra persona a cooperar constantemente en su propio interés, pero lo hace de una forma sutil y amable. “Ambos se benefician, pero para el explotador es considerablemente mucho más beneficioso”, señala Milinski, en cuya opinión el explotador sólo tiene una opción para no serlo: renunciar por completo al beneficio de lo que no es razonable.

“La regla es simple”, explica el biólogo, “en la mayoría de los casos, ser colaborador de forma aleatoria y no serlo en el resto de los casos”. Sin embargo, para el comportamiento egoísta y poco cooperativo de la otra persona, uno debe responder con esa misma actitud.

Imponerse para hacer el bien

“Los egoístas suelen tener éxito a corto plazo”, afirma Weidner, quien reconoce que ellos saben cómo actuar, saben cómo quedar bien. Pero ese éxito rara vez se sostiene a la larga. “Se queman como Ícaro al sol debido a su propia complacencia”, insiste.

Weidner aconseja en estos casos imponerse para hacer el bien. Si uno se impone, ayuda a la empresa ya sea consiguiendo más ventas o logrando más beneficios. “Más beneficios significa más impuestos, lo que también tiene una repercusión positiva más amplia”, argumenta Weidner.

Por el contrario, los empleados egoístas pueden costar muy caro a las empresas. Por ejemplo, los investigadores de la Escuela de Negocios de Harvard realizaron un estudio en 2015 sobre los costes de los empleados “tóxicos”, es decir, esos que se sobreestiman y son egoístas.

El resultado fue que provocaron una pérdida media de 12 mil 500 dólares, mientras que los mejores empleados generaron un plus adicional de 5 mil dólares.

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