CON NOMBRE PROPIO

24 años de impunidad

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El Viernes Santo  1 de abril de 1994, a metros de su casa fue asesinado Epaminondas González Dubón, presidente de la Corte de Constitucionalidad (CC). Este asesinato es de los tantos que siguen impunes.

El nombre Epaminondas González Dubón y su legado debe ser ejemplo para todo guatemalteco que quiera tejer una sociedad justa en la que gobernantes y gobernados se ajusten a la regla del derecho como medio para mantener la paz.

Edmundo Vásquez Martínez, entonces magistrado de la CC, dijo: “Es falso que los escuadrones de la muerte han sido desmantelados en Guatemala. Los asesinatos y las acciones contra la seguridad y contra la paz no han dejado de producirse, sino todo lo contrario”, también el vicepresidente de la República de la época, el jurista Arturo Herbruger Asturias, aseguró que el asesinato había sido perpetrado por “los enemigos de la democracia”.

Epaminondas González tuvo una participación sobresaliente cuando Jorge Serrano Elías de un plumazo quizo derogar parcialmente la Constitución y entacucharse de dictador. La sentencia del 25 de mayo de 1993 es un valioso instrumento para estudiar lo que un Tribunal Constitucional debe hacer cuando el sistema jurídico en su conjunto es amenazado por situaciones de fuerza. Esta sentencia dejó sin ninguna oportunidad la eventual “formalización legal” de ese autogolpe.

Epaminondas González era presidente del Tribunal Constitucional y esperando que llegaran los soldados a sacarlo de su despacho, al mejor estilo de un defensor del derecho y sus convicciones, convocó a sus pares para conocer la ponencia que revolucionaría el derecho constitucional hasta la fecha y además colocó a la CC como un tribunal digno de estudio en todas las facultades de Derecho serias del mundo.

Epaminondas González tuvo la suerte de que lo acompañaran en su esfuerzo de ejercer la magistratura otros seis abogados que tuvieron el coraje de firmar la sentencia que evitó truncar nuestro desarrollo constitucional y pasar a la historia como quienes pudieron, desde la toga, evitar el asalto de la fuerza. Jorge Mario García Laguardia, Adolfo González Rodas, Gabriel Larios Ochaita, Rodolfo Rohrmoser Valdeavellano, Carlos Enrique Reynoso Gil y José Antonio Monzón Juárez acompañaron a su presidente de Corte hasta las últimas consecuencias.

En un país como el nuestro, donde los golpes de Estado se legitimaron por decreto, donde las armas siempre pudieron más que la justicia y el derecho, la actitud de Epaminondas González debe evocarse y no debe quedar en el olvido.

El asesinato tuvo una “explicación” de delincuencia común, pero siempre se supo que había mucho más e incluso la deficiente y negligente investigación forense confirma que la decisión criminal salió de gente que mantenía (y aún puede mantener) una buena cuota de poder.

Epaminondas González llegó a la CC como magistrado electo por la asamblea general del Colegio de Abogados y Notarios y fue legítimo representante de un gremio que en ese momento estaba comprometido con la construcción efectiva de la democracia como forma de vida; sin embargo, encontró que su crimen permanezca guardado en alguna estantería del sistema esperando justicia.

Nos dibuja de cuerpo entero que el asesinato de un presidente del Tribunal Constitucional, a la fecha, siga en impunidad, y esto debe denunciarse para buscar respuestas en un sistema que sacraliza las formas, evade el fondo y olvida su objetivo central.

A 24 años de este asesinato, las nuevas generaciones deben saber que la única forma de no repetir el pasado es conocerlo y la mejor forma de salir de los atolladeros morales es encontrar ejemplos de vida, así que el de Epaminondas González quede para ello.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.