Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.

NOTAS DE Alfred Kaltschmitt

Algo inédito en la historia del periodismo ocurrió el pasado 12 de agosto en los Estados Unidos, cuando 350 periódicos coordinaron sus editoriales en contra de las declaraciones del presidente Trump, quien días atrás había dicho que “la prensa era el enemigo del pueblo”. Una narrativa reiterada que venía manejando desde que tomó posición, calificando a la mayoría de la prensa como “fake news” o noticias falsas.
Creo que se le atribuye a Margareth Thatcher la frase:  “Puede ser el gallo el que cacarea, pero es la gallina la que pone los huevos”.
Cuando uno viaja por países de Europa no puede dejar de confirmar que la Cultura Cuenta, como afirmaron hace décadas, los académicos Samuel  Huntington y Lawrence Harrison en el libro del mismo nombre.
A propósito de la Feria del Libro viviendo una transformación cultural mientras trata de volar entre las páginas de papel, —y las impresiones etéreas binarias digitales electrónicas de Kindle y similares— no puedo dejar de percibir esa relación tan estrecha de interpretar nuestra realidad nacional bajo el prisma de ese movimiento literario, que le permitió a Asturias, a García Márquez y a otros más describir realidades políticas con elementos fantásticos y míticos.
<div> Aunque lo que publiqué no era nada nuevo, mi última columna generó varios correos de miembros o activistas de partidos políticos comentando que los “enredos” señalados en el artículo son solo la punta del iceberg. Adelantan probables acciones de inconstitucionalidad, debido a las lagunas, a las interpretaciones del Registrador Nacional y a las enmiendas que los progenitores parlamentarios le hicieron a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, sin anticipar los enredos que ciertos artículos, con profundas lagunas, generarían al operarlas en </div><div> campo.</div>
Las lagunas son tantas y las reglas tan difusas que los partidos no saben qué hacer.
Han pasado nueve años desde que escribí una columna que titulé: Desviación de la Visión. Leyéndola hoy, uno se percata de que en el 2009 vivíamos el mismo síntoma de la misma enfermedad que hoy nos aqueja: un  país sin rumbo, sin norte y con una brújula, dando volteretas alocadas, jalado por los mismos imanes de entonces. Leamos:
La muerte del Dr. Jesús Oliva, —acaecida después de guardar prisión preventiva por más de tres años— no fue un suicidio. Será ese acto el efecto, pero jamás la causa de tal tragedia. La causa fue la irresponsabilidad de los jueces Morelia Ríos Arana de Villalta y Miriam Hernández López, por negarse a otorgarle una medida sustitutiva a pesar  de los informes médicos con diagnósticos de que padecía de “depresión crónica, ataques de ansiedad, miedo e ideas suicidas (…)” . Es el segundo detenido del caso Igss-Pisa que muere en prisión. En el 2016 murió el Dr. Erwin Castañeda Pineda.
Lo veo desde arriba, arrojando humo, lodo y cenizas calientes sobre humanos y animales. Diminutas figuras con la sorpresa de la muerte súbita todavía en sus labios. De este su volcán, con el que convivían y se comunicaban, entendiendo sus retumbos, sus bocanadas de humo eructado y sus silencios de sueño dormido que de repente, se volvió loco “lanzándonos su furia como si fuésemos extraños y ajenos a su vecindario…”
Impacta el caso del niño Molina Theissen. Representa los muchos menores inocentes que murieron durante el conflicto armado interno en medio de indescriptibles sufrimientos y atrocidades.