Alfred Kaltschmitt
Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.
NOTAS DE Alfred Kaltschmitt
Me despierto con el café, ese compañero que en cada alba conmigo amanece en contacto personal e íntimo para animar y acelerar mi pensamiento todavía aletargado por la larga noche.
En medio del denso trajín —y ajena al bullicio circundante del aeropuerto en donde me encuentro—, una joven mujer está sentada frente a mí, totalmente concentrada en la lactancia de su bebé. Atisbo un pequeño rostro detrás de un velo tapando con discreción el pecho de su madre. Él bebé abre unos segundos sus ojos y me mira. Luego los cierra como si quisiera contarme en un instante cómo se siente. Y entonces elucubro esta columna al ver una escena cada vez menos común en la era de la agitación y la velocidad virtual. La era de las prisas y las conveniencias debido a la proliferación de las leches de “fórmulas”, al temor de los pechos caídos y a la proliferación los silicones inyectados. Aclaro no estar en contra de ninguna de esas cirugías estéticas, solo subrayo la realidad de ese obsequio divino llamado lactancia materna. Percibí este mensaje del bebé:
Este país con nombre de “tierra de árboles” tiene un sistema político de raíces podridas. Cada día es más nulo, corrupto y clientelar. Por más chapuces que le hacemos, el bosque de nuestra realidad se vislumbra con un horizonte que perfila ingobernabilidad y tormentas de alta conflictividad.
Escribo esta columna mientras termino una visita a Colombia, en donde he pasado unos días muy agradables. Hablé con académicos, periodistas, empresarios, profesionales y gente diversa encontrada en la corriente diaria de una visita por demás interesante y reveladora de las dificultades que se viven en estos momentos en que los acuerdos de la paz pasan la factura y la realidad política de pactar con el mayor grupo de narcoguerrilleros terroristas del mundo, pega con fuerza de cara a las próximas elecciones, en donde las FARC, sin necesidad de un solo voto, habrán ganado cinco escaños en el Senado y cinco en el Parlamento. Esto en adición a la posibilidad de competir con su candidato presidencial sin ninguna restricción legal por los actos criminales amnistiados en la letra grande y pequeña de los acuerdos de paz. La gran mayoría de los colombianos con los que hablé rechazan con vehemencia esta realidad.
La frase aquella que se le atribuye a Otto Von Bismark sobre que “La política es el arte de lo posible” parece hacerse realidad en la vida del narco guerrillero Timochenko, el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, un personaje ahora convertido en candidato presidencial gracias al proceso de paz colombiano, y un perfecto ejemplo del alcance de tal aseveración.
Operación “Gaveta”, como aquella acción de la máxima dilación maliciosa para cometer demora y retardo perjudicial en provecho y a favor de causas propias y de intereses de grupúsculos. No ha sido solo una ley de altísimo interés nacional sino incontables las que guardan sepultura en las catacumbas del Congreso. Una realidad que como cáncer ha desarrollado metástasis en todos los organismos del Estado. Y aunque no hay trámite que no esté embarrado de este virus en toda la administración pública, es en los jueces y magistrados donde se cometen las más crueles injusticias, irrespetando el debido proceso y los derechos constitucionales.
Domingo 28 octubre 2017 DC./ Mientras tecleo esta columna, tengo como testigos de este escribiente a dos gigantes con quienes hemos cultivado, más que una relación, una amistad íntima de larga duración. Me han acompañado en mis días de tristes grises y también en los soleados momentos cuando he cantado de contentamiento y felicidad en el alboroto familiar.
La iniciativa de algunos diputados por gestar un movimiento de transformación a lo interno del Congreso, —indiferente a que sean pocas golondrinas— puede iniciar una primavera de renovación trascendente para nuestro país en este “toca fondo” en que nos encontramos. Al aprobarse estas leyes anticorrupción, se abrirían espacios para nuevos liderazgos, más representativos y mayor conexión con sus distritos.
Estamos dentro del túnel y aún no vemos la luz. Nos quedamos varados, en la parálisis generada por el movimiento anticorrupción mientras el país se desmorona política y económicamente, que es lo que nos da de comer, gracias a las inversiones que generan empleo y mantiene con nuestros impuestos al Gobierno.
El reportaje de Agencia EFE/Guatemala, del 7 de octubre pasado, publicado en Prensa Libre bajo el título: “Las Cárceles de Guatemala están fuera de control”, transmite con fidelidad la cruda y espantosa realidad de un sistema penitenciario que contradice cualquier significado del término “justicia”.