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Personas con discapacidad en Guatemala enfrentan discriminación en todos los ámbitos de la sociedad

Cada 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, para concienciar a la sociedad sobre la urgencia de que la inclusión social y equidad de derechos de esas personas sea efectiva, real y permanente.

Personas con discapacidad: aún falta un largo camino para

Personas con discapacidad han debido enfrentar la discriminación y exclusión social, y elevan su voz para hacer valer sus derechos. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

En el informe Datos estadísticos de Personas con Discapacidad en Guatemala (2024), del Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad (Conadi), 10.4% de la población mayor de 4 años en el país —un millón 699 mil 932— tiene alguna discapacidad, de la cual, 7%, o un millón 144 mil 573, tiene dificultad para ver; 2.7%, o 436 mil 643, para oír; y 3.4%, o 554 mil 201, para caminar o subir escaleras. Estas son estimaciones del 2024, basadas en el Censo 2018, del Instituto Nacional de Estadística.

William Zapeta, director técnico del Conadi, señala que hay barreras actitudinales, difíciles de eliminar, cuando la sociedad, en general, no observa las capacidades de las personas con discapacidad y se tienen prejuicios y estereotipos equívocos hacia ellas.

También están las barreras programáticas, cuando las instituciones públicas no generan presupuestos específicos para desarrollar proyectos que beneficien a las personas con discapacidad. Así mismo, las barreras arquitectónicas, cuando las calles y edificios son poco accesibles para que las personas con discapacidad se movilicen de manera efectiva, y no se toma en cuenta que el derecho de locomoción libre es constitucional, refiere.

“En el 2008, el Estado de Guatemala ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), pero al día de hoy no se armoniza la legislación nacional con este instrumento, por lo que persisten brechas en la inclusión laboral, educativa, recreativa, cultural y deportiva, entre otras”, dice.

“Las personas con discapacidad hemos tenido que enfrentar la discriminación con mucha resiliencia, pero, especialmente, con coraje, tenacidad y perseverancia, para entender que los procesos de inclusión se construyen paso a paso”, añade.

“Las personas con discapacidad somos capaces de realizar un deporte o desempeñar un empleo, o prepararnos académicamente y tomar nuestras propias decisiones”, asegura Zapeta.

"Falta preparación de maestros"

Bayron Villanueva, de 40 años, nació con espina bífida, por lo que tiene dificultad para movilizarse. A finales de la década de 1980 y principios de 1990 fue la determinación de su madre la que le permitió ser aceptado en establecimientos educativos regulares. Recibió siempre el respaldo de su familia para alcanzar sus metas.

Ya inscrito, recuerda, era complicado que la maestra de alguna de las secciones de grado quisiera recibirlo. Pero concluyó su educación, pese a los obstáculos, hasta el diversificado, mas no faltaron las burlas. “Fueron años crueles”, recuerda. “Aún sigue siendo complicada la inclusión y el bullying, aunque no tanto como antes”, afirma.

“Es necesario derribar barreras de pensamiento, preparar más a los maestros y darles las herramientas para poder trabajar con niños con discapacidad en las aulas”, dice Villanueva, abogado y notario, docente universitario y delegado departamental del Conadi en Alta Verapaz. “Faltan políticas gubernamentales para ser más empáticos y hacer accesibles los lugares para personas con discapacidad, y que no lo vean a uno como una carga”, destaca.

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"No se enfoquen en la discapacidad"

Hace 19 años, la vida de Mónica Figueroa, de 37 años, dio un giro de 180 grados luego de que fue diagnosticada con esclerosis múltiple, a raíz de lo cual comenzó a perder paulatinamente la capacidad de movimiento, lo que ha impactado en sus oportunidades laborales.

Hace poco, Figueroa, que usa silla de ruedas, estaba a punto de obtener un empleo que se encontraba en un edificio totalmente inaccesible para ella, especialmente el parqueo. Perdió esa oportunidad. “Cuando saben que tengo una discapacidad, no me dan trabajo, y trabajar en línea se ha hecho cada vez más difícil”, expone la traductora jurada. “Podemos aportar en cualquier campo laboral, pero se necesita que se invierta en infraestructura para desarrollar nuestro trabajo. Dependo de alguien para trasladarme”, expone.

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Figueroa, actualmente, está recaudando fondos para una rehabilitación especializada y así volver a caminar. Se puede donar en GoFundMe o depositar al número de cuenta de ahorro 04913606500165, de Banrural, a nombre de Mónica Figueroa. “Lo que importa es la mente, y no la discapacidad en sí. La gente asume que no soy capaz, pero sí lo soy”, enfatiza.

"Nadie elige vivir con discapacidad"

Los padres de Gabriel Escobar se dieron cuenta de que este, a los 7 años, se golpeaba con la pared o tropezaba cuando corría, por dificultad para ver, por lo que comenzó a usar lentes. En el nivel básico y en diversificado se hizo más notoria la retinosis pigmentaria que padece, la cual es hereditaria y progresiva. A los 18 años, la dificultad para ver se intensificó, pero no lo detuvo, pues se rehabilitó en el Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala, se graduó de Ciencias Políticas en la Usac, tiene una maestría en Análisis Social de la Discapacidad, cerró el doctorado en Políticas Públicas y es docente universitario.

Además de las barreras físicas, la falta de inclusión de personas con discapacidad se ve afectada porque no hay acceso a la información, lo que limita poder interactuar con la sociedad, así como la actitudinal, que nos excluye y discrimina, señala.

“Las personas con discapacidad enfrentamos múltiples tipos de discriminación, que son el reflejo de que la sociedad necesita cultura hacia la inclusión. Nadie elige vivir con discapacidad”, comenta, y recuerda que, ya sea por una enfermedad o accidente, las personas pueden adquirirla. “El detalle es cómo la afrontamos”, dice. “Muy bien se pueden generar sinergias e incluir a personas con discapacidad en diversos ámbitos”, indica Escobar, de 45 años, quien actualmente impulsa un programa de participación deportiva para niños con discapacidad.

"La inclusión real no es un favor"

Dina Lemus, de 49 años, es originaria de Izabal y tiene discapacidad bilateral profunda, conocida como sordera total, que adquirió a los 7 años. Recuerda la frustración que sentía al intentar leer en voz alta, pues no podía hablar. Pero gracias a la rehabilitación en el Comité Pro-Ciegos y Sordos de Guatemala, su dicción fue mejorando y ya leía libros en voz alta.

Su desafío continuó con su educación en otros niveles, pues no había adecuaciones curriculares para ella. Su madre no se dejó vencer ante los “no” de cada institución y así logró graduarse de diversificado y continuar la universidad.

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“En pleno siglo XXI, niños y jóvenes siguen experimentando lo que yo viví”, critica. “Sigue predominando una visión asistencialista que reduce a las personas con discapacidad a objetos de caridad, en lugar de reconocerlas como sujetos de derechos con voz, capacidades y aspiraciones”, recalca Lemus, quien se graduó de Administración de Empresas y está por terminar la Maestría en Administración de Recursos Humanos. Aunque existen leyes como el decreto 135-96 y la CDPD, ratificada por el Estado, su implementación ha sido débil, destaca.

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Lemus expone que se involucró activamente con organizaciones de personas con discapacidad y se informó sobre leyes para empoderarse y así poner fin a los abusos cometidos en su entorno laboral, en el Ministerio de Educación, que, en lugar de disminuir, se intensificaron, tras el proceso de sentencia penal por discriminación. Tuvo que renunciar y ser trasladada a otro departamento, donde se “ha sentido bien trabajando” en su puesto actual. Pide a sus superiores que le permitan continuar laborando y servir a la población educativa.

“La inclusión real no es un favor, es una obligación del Estado y un indicador de la madurez democrática de un país. Guatemala tiene la oportunidad de avanzar, pero requiere acciones concretas, sostenidas y con enfoque de derechos”, destaca.

"Nos imponen un menor salario"

Fue durante su educación diversificada cuando Andrea Reinoso, de 31 años y de talla pequeña, comenzó su lucha por hacer valer sus derechos de equidad. Anhelaba participar en la banda escolar, pero la directora se lo impidió, pues le dijo que “no cumplía los estándares”. Interpuso una denuncia en la Procuraduría de Derechos Humanos y luego la directora tuvo que aceptar que formara parte de la banda, pero con condiciones que no se le exigían a los demás estudiantes, como nunca ausentarse, llegar temprano o mantener buenas calificaciones.

“Yo soy positiva, pero cuando se hacen proyectos, no se toma en cuenta todas las condiciones con discapacidad, pues se debe tener consideraciones necesarias para las personas de talla pequeña, como adecuar escritorios o el transporte público”, refiere.

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Además, destaca la desigualdad salarial. “Nos imponen un salario menor y no ven nuestra capacidad ni nuestro profesionalismo”, expone Reinoso, activista de derechos humanos para personas con discapacidad, y añade que los hacen sentir “como si les hicieran un favor al darles trabajo”.

Es importante seguir trabajando no solo en la parte jurídica y política para ser equitativos, sino en educar a la sociedad, especialmente a los niños, para que conozcan y pongan en práctica la inclusión, sugiere. “Nos ha tocado cerrar brechas, alzar la voz y hacernos visibles, por cuestiones de discriminación, pero cuando exigimos nuestros derechos, nos tildan de problemáticos”, cuenta.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.