‘Es el águila mexicana y la puse allí para ti como una muestra de amor’, me dijo. Y yo lo abracé durante largo tiempo”, añade García para explicar el origen del ave estilizada de concreto.
Otra águila mexicana
Curiosamente, en otra parte de la ciudad existe otra escultura de un águila que también tiene la identificación mexicana pero por una razón completamente distinta. “Aquí funcionó antiguamente la fábrica de helados El Águila Mexicana y esa era su publicidad, su marca distintiva”, explica Jorge Zaid, propietario de la distribuidora La Giralda, que actualmente ocupa el inmueble.
Al observar la pieza de cerca, se notan los finos detalles de factura artesanal, lo cual valor le asgrega valor estético e histórico de la pieza. Lamentablemente, una compañía de teléfonos utiliza la base de la escultura como punto de amarre para los cables que atraviesan la calle. “Un día se va a desprender por el peso, pues esa no es su función”, comenta Zaid, quien afirma que el inmueble tiene unos 65 años de haber sido construido.
El león de la Bolívar
Desde lo alto de la casa ubicada en la esquina de la 21 calle y 3a. avenida, zona 1, justo donde termina la avenida Bolívar, un coqueto león mira hacia el Occidente. Desde hace algunos meses fue nuevamente pintado por los inquilinos de dicha casa, quienes se han encariñado con la hierática mascota, de cuyo origen no están seguros.
“Parece que esta casa fue construida por una familia originaria del departamento de San Marcos y como dicen que allá es tierra de leones, quizá esa sea la razón por la que lo pusieron allí”, dice Norma Ajanel, quien vive en el lugar con su familia desde hace 18 años.
Su explicación parece bastante lógica, sobre todo si se considera que este fue, alguna vez, el punto de llegada a la ciudad desde la carretera a la Costa Sur. Además, el león es el animal que simboliza, según la tradición católica, al evangelista San Marcos. “Mucha gente no sabe bien el número de la calle, pero si le dicen: ‘Es allá por donde está el león de la Bolívar’, fácil se orienta”, agrega Ajanel mientras observa el tránsito cotidiano de la calle entre las patas del amarillo león.
El Lobo del parqueo
En la 9a. calle, entre 7a. y 8a. avenidas funcionó, durante décadas, la ferretería El Lobo, que dejó para el paisaje urbano el alto relieve de dicho animal que ha sobrevivido a las modificaciones hechas al inmueble, en cuyo frente funcionan hoy dos locales comerciales y en el interior, casi totalmente demolido, un parqueo público.
A varias cuadras de allí, siempre en el Centro Histórico, está la escultura de otro animal, pero esta vez mitológico: el león alado, en el jardín frontal del teatro Abril. Se trata de un ícono cuyos orígenes pueden rastrearse hasta la antigua Persia y que a menudo se relaciona con la dualidad del cielo y la tierra.
“Al igual que el centauro, el león alado es un ser doble que reúne en sí la obscuridad y la luz”, señaló en un ensayo el músico y estudioso alemán de la simbología Marius Schneider. Quizá esto pueda aprovecharse para explicar la sobrevivencia de todos estas representaciones zoológicas en la ciudad: traen algo de imaginación y naturaleza a un lugar donde todo es concreto y ruido.
Bronces de París
El naturalismo francés llegó al paseo 30 de Junio. Las esculturas de animales que aún se conservan en la avenida La Reforma, datan del paseo 30 de Junio, trazado durante el gobierno (1892-1898) de José María Reyna Barrios, quien pretendía imitar el urbanismo parisiense.
Dos jabalíes luchan ferozmente, al igual que lo hace el león que domina a un cocodrilo. Además, una leona acecha permanentemente a una presa, quizá podría ser el ciervo que parece estar atorado en una rama.
Todas las imágenes, al igual que los toros y el monumento a Reyna Barrios, están hechas de bronce y a pesar del paso del tiempo y las transformaciones de dicha avenida, han permanecido casi en su ubicación original.