EDITORIAL

Cultura ecológica asegura su avance

El deterioro del Lago de Atitlán ha abierto la puerta a la creatividad ante el desafío por cambiar una anquilosada cultura centrada en el uso de elementos contaminantes, como el plástico, y ya son varios los municipios que se suman a la iniciativa por descartar el uso de bolsas elaboradas con esos materiales, así como pajillas o envoltorios de duroport.

Por ahora el mayor disuasivo para implementar esos cambios se centra en una prohibición total, pues de lo contrario se podrían imponer multas de 300 quetzales y 15 mil quetzales a los comerciantes que distribuyan sus productos en envoltorios de plástico.

Esos esfuerzos en favor del ambiente y por la preservación de uno de los lagos más visitados del país apenas empiezan, y por ello todavía es común encontrar residuos de ese material en los basureros de algunos de los municipios que han implementado la medida, como es el caso de San Pedro La Laguna, donde se estima que al menos el 80 por ciento de los vecinos han dejado de utilizar derivados del plástico.

En ese esfuerzo también están poniendo su aporte algunos comerciantes, quienes ofrecen bonificación de sus productos a los consumidores que lleven sus propios recipientes para trasladar sus compras, como panaderías que obsequian unidades adicionales si los compradores llevan envoltorios de telas típicas o algunas carnicerías que ofrecen descuentos a quienes utilicen sus propios recipientes.

El cambio de hábitos tan ascendrados no es tarea fácil, y en la mayoría de los casos, como ocurrió con el uso del cinturón para conductores de vehículos, se da una mezcla de medidas coercitivas y campañas educativas para contribuir de manera significativa a acelerar esos cambios.

En el caso de Sololá, la autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán (Amsclae) ha emitido la ordenanza para que se aplique en los 19 municipios de ese departamento y hasta ahora todavía se pueden contar con los dedos de la mano los que han logrado mayores avances, pero es indudable que es un proyecto que dará frutos en un futuro cercano, porque ese lecho lacustre es el mayor tesoro, no solo para los sololatecos, sino para todo el país.

También es alentador saber que la misma medida se busca implementar en municipios de otros departamentos, aunque todavía con mayor reticencia, como ocurre en Cantel, Quetzaltenango, donde, pese a tener dos años de vigencia, todavía hay quejas de las autoridades porque la normativa apenas se cumple y la iniciativa la han emprendido algunos vecinos, más por convencimiento propio que por temor a ser penalizados, pero se debe apoyar el esfuerzo para no retroceder.

El Ministerio de Ambiente también debería sumarse a esos esfuerzos y respaldar a los municipios de las áreas más turísticas, porque es donde mayor riesgo existe de que sean los visitantes quienes trasladen envoltorios plásticos con sus alimentos, sobre todo los provenientes de la capital, donde prolifera el uso de esos materiales y también donde la cultura ecológica es una de las más reacias a la convivencia respetuosa con el ambiente.

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