CATALEJO

Mea culpa de todos a padres separados de sus hijos

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Es muy débil la memoria de los guatemaltecos. Por eso los políticos marrulleros nos engañan una y otra vez. Los funcionarios, sobre todo quienes sirven y han servido y sirven ahora en la cancillería, ni siquiera tienen memoria cuando se trata de defender los intereses del país y colocarse en un plano de dignidad ante acciones cometidas contra guatemaltecos, calificadas como ilegales por otros países. Lamentablemente, tal vez acostumbrados a la avalancha de hechos cada vez más increíbles, y a los riesgos de protestar, todo se va perdiendo.  El escándalo de hoy sustituye al de ayer. Ocurre lo mismo con la infamia, sinónimo de maldad o vileza en cualquier línea. El dolor de hoy con la capacidad y la obligación de rechazar las ofensas, así como la capacidad de sentir vergüenza por haber actuado mal.

Valen la pena estas consideraciones porque estamos cerca de Navidad, la fiesta familiar por excelencia, capaz de hacernos sentir humanos en la mejor de sus acepciones. Pero este año los guatemaltecos debemos pensar en esos hogares donde la Navidad será triste, porque papá o mamá salieron con los niños en búsqueda de una mejor vida en territorio estadounidense. Dos de ellos, por lo menos, nunca podrán regresar. Claudia Gómez, de 19 años, fue asesinada por policías de Texas hace varios meses y Jakelin Caal murió por falta de comida en Nuevo México, mientras estaba bajo custodia de las autoridades estadounidenses, ahora muy ocupadas en dar versiones distintas a la inicial. Claudia regresó en un ataúd y fue enterrada en su natal San Juan Ostuncalco, mientras Jakelin no se sabe si podrá regresar a su descanso en esta tierra.

La tragedia real es el silencio. Nadie ha dicho nada. Nadie ha levantado la bandera por ambas, ni por los numerosos niños de diversas edades separados de sus padres en la frontera con México a causa de la aplicación inhumana de las leyes y de la incapacidad de quienes actuaron entonces y no actúan ahora, de entender las consecuencias en todo el mundo contrarias a Estados Unidos, país donde parece haberse abandonado la conmiseración, o —peor aún— cuyas autoridades actúan a causa de su inconsciente —o talvez no— desprecio por quienes consideran seres humanos de segunda clase. Algo aún peor: en Guatemala, los comentarios negativos a quienes se ven obligados a escapar parecen reflejar un criterio semejante. Jakelin y Claudia ya están verdaderamente muertas: solo su familia las recuerda y siente su falta.

Alguien calificará este artículo, tal vez, como prueba de sadismo. No es así. Simplemente es un deseo de despertar conciencias porque soy optimista y creo en la bondad como elemento mayoritario en el conjunto del ser humano. Ese optimismo se mantiene pese a las numerosísimas pruebas de lo contrario, no solo ahora, sino a lo largo de la Historia. Otros lo calificarán de esfuerzo inútil porque ya no se puede hacer nada. Eso es cierto en el caso de las niñas seguramente integrantes ahora de un coro celestial, pero no es el de los niños llevados a lugares extraños, lejanos, donde no tienen a quienes les puedan dar amor, por alguna familia estadounidense representativa del verdadero sentimiento de muchos de los ciudadanos.

El único regalo navideño válido para estos niños es continuar los esfuerzos de personas individuales, no de burócratas para quienes son simples cifras, o posibilidades de involucrarse en problemas politiqueros. Es triste admitirlo, pero el Estado guatemalteco es famoso porque abandona a sus integrantes, pues quienes lo dirigen no son estadistas y además tienen el convencimiento de ocupar puestos de posible influencia solo para obtener beneficios personales, aunque sean legales y correctos. Solo es necesario despertar a un corazón, mejor si es el de una madre, para iniciar la lucha contra esta vergüenza sin nombre. La fuerza del amor y el valor femeninos es imparable, en especial cuando abrazan causas justas. Una vez tomada la decisión, la prensa independiente local e internacional no dudará en darles apoyo.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.