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De este modo han transcurrido 50 años intentando proteger el medioambiente

El interés mundial para salvaguardar el medioambiente inició en 1972, y desde entonces se ha ido incrementado, pero con ínfimos resultados.

EL irrespeto hacia el medioambiente al contaminar, deforestar y causar daños a la flora y fauna perjudica a toda a la humanidad, problemática que se agrava a pesar de que hace 50 años comenzaron los primeros esfuerzos mundiales para contrarrestarla. (Foto Hemeroteca PL)

EL irrespeto hacia el medioambiente al contaminar, deforestar y causar daños a la flora y fauna perjudica a toda a la humanidad, problemática que se agrava a pesar de que hace 50 años comenzaron los primeros esfuerzos mundiales para contrarrestarla. (Foto Hemeroteca PL)

“El hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medioambiente de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medioambiente para las generaciones presentes y futuras”.

Este es el primer principio de la Declaración de Estocolmo sobre el Medioambiente Humano, adoptada en la primera Conferencia Internacional sobre el Medio Humano, celebrada del 5 al 16 de junio de 1972, en Estocolmo, Suecia, y en la que participaron 113 países, incluyendo Guatemala, cuyo representante, Alfredo Obiols Gómez, ingeniero civil especializado en cartografía, geodesia y evaluación de recursos naturales y vicecanciller (1970-1978), fue elegido como uno de los 26 vicepresidentes de la mesa plenaria, se lee en el informe de dicha conferencia.

Esta cumbre representa el primer intento global de proteger la naturaleza, y centraba la atención internacional en temas relacionados con la degradación ambiental y la contaminación transfonteriza, pues esta no reconoce límites políticos o geográficos. Por ello, se promovió una acción conjunta global para enfrentar problemas como el cambio climático —este, por primera vez—, reducción de la capa de ozono, uso de los océanos y recursos del agua dulce, deforestación, desertificación, degradación de la tierra, vertidos químicos peligrosos y disminución de la diversidad biológica, los cuales tienen graves repercusiones para toda la humanidad.

Veinte años después, se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente y el Desarrollo (Cumbre de la Tierra, Brasil, 1992), que reunió a representantes de 179 países, también de Guatemala, donde se reconoció a escala global el hecho de que la protección del medioambiente y la administración de los recursos naturales deben integrarse en las cuestiones socioeconómicas y problemas de justicia social, y se estableció un nuevo marco para acuerdos internacionales para proteger el medioambiente. En otras palabras, si se abusa del medioambiente y se consumen en exceso los recursos, la gente sufre y las economías se debilitan. De ahí surgió el término de desarrollo sostenible, que consiste en satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las de las generaciones futuras.

Uno de los logros más importantes de esta cumbre fue el Programa 21, que exigía nuevas formas de invertir en nuestro futuro para poder alcanzar el desarrollo sostenible en el siglo XXI mediante nuevas maneras de preservar los recursos naturales.

Primeras alarmas

Desde la década de 1960 sonaron alarmas por los impactos negativos en el entorno ambiental en el país, refiere el doctor Edwin Castellanos, director del Observatorio Económico Sostenible, de la Universidad del Valle de Guatemala. “En 1962, Rachel Carson publicó el libro Silent Spring, en el que se evidencian los problemas de la contaminación por plaguicidas en EE. UU. En 1964, Marta Pilón de Pacheco publicó en Guatemala su obra S.O.S. Guatemala se envenena, sobre los peligros de enfocarse en un desarrollo económico y tecnológico, sin pensar en los efectos en el entorno ambiental.

El informe Brundtland, que salió a la luz en 1987, presentó las bases para el desarrollo sostenible, que posteriormente, se consolidó en la Cumbre de la Tierra, indica, por su parte, la investigadora Magaly Arrecis, con maestría en Ciencias en Socioeconomía Ambiental, encargada del Área Socioambiental de Ipnusac.

“En 1972, el mundo era casi un planeta virgen, si lo comparamos con la situación actual, y estábamos en el momento correcto para iniciar un esfuerzo de mantenerlo en ese estado”, indica Marco Vinicio Cerezo Blandón, director general de Fundaeco. Ese año, la cobertura boscosa de Guatemala era del 60 por ciento, al igual que otros países de Latinoamérica. Asia, América Latina y África eran continentes dominados por ecosistemas naturales.

 

 

 

Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano, Naciones Unidas, 1972

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Fue a partir de la década de 1990 que se aceleró la destrucción ambiental como consecuencia del crecimiento poblacional —de tres mil millones de habitantes en el mundo aumentó a casi el doble— y del enorme incremento económico derivado de la globalización, los cuales han apresurado la destrucción de ecosistemas naturales a escala global. Se calcula que en la actualidad menos del 30 por ciento de los océanos y menos del 25 por ciento de los bosques en el mundo aún son vírgenes, añade Cerezo.

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“La ciencia ha logrado entender que los recursos del planeta son finitos, que no podemos pensar en un crecimiento tecnológico y económico perpetuo sin atender adecuadamente los impactos en nuestro entorno ambiental”, señala Castellanos.

¿Qué ha cambiado?

La duda que surge es si 50 años después de la Conferencia de Estocolmo han dado frutos los esfuerzos mundiales y nacionales para salvaguardar el medioambiente o si se ha agravado el impacto antropogénico provocado en este.

La situación del medioambiente tanto a escala mundial como en Guatemala ha cambiado mucho en los últimos 50 años, principalmente, por las acciones humanas que han tenido un impacto directo en el deterioro visible que se aprecia en la mayoría de los ecosistemas actuales, expone Félix Aguilar, docente de la Escuela Regional de Ingeniería Sanitaria y experto en manejo adecuado de recurso hídrico.

“En 1972, el mundo era casi un planeta virgen, si lo comparamos con la situación actual, y estábamos en el momento correcto para iniciar un esfuerzo de mantenerlo en ese estado”. Vinicio Cerezo Blandón, director de Fundaeco

Lamentablemente, no hay suficientes documentos que registren y midan las condiciones ambientales de Guatemala hace 50 años, asevera Arrecis, pero se estima que las mayores pérdidas de bosque ocurrieron antes de 2001. Para el 2016, se calcula que había 33 por ciento de bosques en el país.

Las actividades agropecuarias como los cultivos de algodón —para la década de 1990 ya había deteriorado los suelos de la Costa Sur por compactación del arado, la contaminación con químicos y la alteración del ecosistema—, y caña de azúcar y ganadería, por años han sido la principal causa de contaminación del suelo, agua y aire por agroquímicos, así como pérdida de suelos y posibles detonantes de enfermedades por los pesticidas utilizados, refiere.

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“La pérdida de bosque brinda una idea de los problemas ambientales en Guatemala y a lo que hay que agregar los impactos por la variabilidad y el cambio climático, los fenómenos naturales que afectan al país y la actual crisis de salud y economía provocada por la pandemia del covid-19”, expone Arrecis.

Gabriell Duarte y Sofía Pira, investigadores de Asíes en temas ambientales, coinciden en que los cambios más notorios entre la Guatemala de hace 50 años y la actual se evidencian en la cobertura boscosa, que eran más abundantes. Se perdieron más del 55 por ciento desde 1990 y la mayor parte de ellas se ubicaba en reservas naturales, cercanas a la frontera con México.

En 1972, en Guatemala ya había contaminación del agua, suelo, aire y pérdida de biodiversidad —ecosistemas, especies y genes—, pero en menor cantidad que la actual.

 

Contaminación de plásticos en Omoa, Honduras, proveniente del río Motagua. (Foto Prensa Libre: Sergio Izquierdo, Rescue The Planet)

 

En el caso de la contaminación del aire, en todo el país se realizan únicamente dos mediciones oficiales de la calidad del aire: una, por la Embajada de EE. UU., y otra, por el Ejército, las cuales son estaciones rudimentarias. “Debido a que la primera causa de morbilidad en el país, después de la pandemia, son las afecciones del tracto respiratorio, podemos asumir que estas están ligadas al deterioro de la calidad del aire”, afirman Duarte y Pira.

“Aquí no tratamos adecuadamente la basura o las aguas servidas y eso resulta en una contaminación de niveles altos, especialmente de los cuerpos de agua. Además, el problema de conservar nuestros bosques y la biodiversidad que albergan continúa; en 50 años Guatemala ha perdido la mitad de sus bosques. El problema del cambio climático se ha evidenciado por los impactos de los eventos extremos”, detalla Castellanos.

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Logros en medio siglo

“En cuanto a logros, podemos decir que hay mayor información del problema y, quizás, un poco más de conciencia; sin embargo, esto no ha pasado a la acción”, dice Aguilar.

Los logros y avances dependen mucho de la voluntad política que las autoridades de los países. En Guatemala se han decretado varias leyes para limitar la contaminación, mejorar el ambiente, la salud de la sociedad, prevenir la deforestación y proteger los zonas boscosas o ecológicamente importantes, dicen Duarte y Pira. Las limitaciones se centran en tener una institucionalidad pública que haga cumplir la reglamentación.

Informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992

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Se han creado marcos normativos en varios temas ambientales, institucionalidad pública específica y fortalecimiento del sistema jurídico. Pero, también, con el paso de los años se ha visto que algunas normativas dejaron de ser oportunas y viables, por lo que hay que actualizarlas como la Ley de Minería y su reglamento, y generar normativas como la Ley de Aguas, indica Arrecis.

“En Guatemala hemos avanzado mucho en el tema de energía, pues se han creado hidroeléctricas, parques eólicos y solares, y geotérmicas en todo el país para crear alternativas de energía renovable que puedan cubrir la demanda”, dicen Duarte y Pira.
En relación con la zona boscosa y áreas protegidas, destacan las concesiones de la Biosfera Maya que dieron a las comunidades indígenas la responsabilidad de administrar los bosques dentro de la reserva, lo que creó un sistema de aprovechamiento sostenible para extraer madera.

 

Las empresas privadas ya se dieron cuenta de que no pueden seguir creciendo indefinidamente sin preocuparse por mantener los servicios que la naturaleza provee para lograr ese incremento económico. Es por eso que vemos cada vez más a empresas, especialmente las transnacionales, con una mentalidad “verde”, expone Castellanos. Lo importante es que se generalice, principalmente, en países en desarrollo como Guatemala, mediante incentivos legales y económicos, añade.

Hay unos indicadores positivos, como el hecho de que se ha logrado rescatar algunas especies en extinción como la ballena azul, que estaba casi desaparecida al comienzo de la década de 1970 y cuya población en la actualidad se ha recuperado. Además, más del 15 por ciento de los ecosistemas del planeta han sido declarados áreas de protección, lo cual ha ayudado a reducir la crisis ambiental del mundo, refiere Cerezo. Otro logro fundamental es haber detenido y empezar a recuperar el deterioro de la capa de ozono, gracias al Protocolo de Montreal (1987), que permitió controlar la emisión de clorofluorocarbonos que la dañaban y revertir perjuicios.

“La pérdida de bosque brinda una idea de los problemas ambientales en Guatemala y a lo que hay que agregar los impactos por la variabilidad y el cambio climático, los fenómenos naturales que afectan al país y la actual crisis de salud y economía provocada por la pandemia del covid-19”, Magaly Arrecis, de Ipnusac

Falta cumplimiento legal

¿Por qué la firma de los países de convenios internacionales no ha sido suficiente para proteger el medio ambiente? Porque los temas ambientales no se consideran prioridad hasta que los desastres y los problemas los ponen en evidencia, pero después de la emergencia, se olvidan, dice Arrecis. Además, por no ser prioridad, carecen de financiamiento para ser atendidos de forma oportuna. Se debe cumplir con las normas existentes y complementar otras y crear las faltantes.

“Hay convenios que deberían ser ratificados por Guatemala, como el Acuerdo de Escazú (2018), pero Estados corruptos como Guatemala, van a evitar hacerlo”, añade.

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“La mayor parte de estos convenios quedan en buenas intenciones, no se firman de forma consciente y, principalmente, por presión externa al país, por lo que la rúbrica se convierte en un compromiso que no se encuentra articulado con la realidad de cada país”, dice Aguilar.

La corrupción, la falta de transparencia y el miedo a denunciar y dar seguimiento a los casos son las limitaciones para que se apliquen los procesos legales y jurídicos a favor del medio ambiente.

“Es necesario que funcionarios muestren apego e interés en cumplir estos acuerdos. Existe normativa en el Congreso que lleva años engavetada o pendiente de discusión, a pesar de que Guatemala es signataria de convenios y tratados medioambientales y se comprometió a legislar a fin de mitigar los efectos del cambio climático”, afirman Duarte y Pira.

En Guatemala rigen pocas leyes ambientales y carecen de reglas y penalizaciones claras, y en el caso de las que sí las tienen, la corrupción permite que los acusados no reciban una penalización, agregan.

 

“Buscar la optimización de los procesos industriales y de las viviendas y exigir que las empresas se hagan responsables de manejar los contaminantes que emiten es prioritario para limitar el daño a la salud de las personas y el ambiente”, señalan.

Otros países han creado legislación para integrar el valor de los servicios ecológicos a la economía. Por ejemplo, los bonos verdes, aumentar los impuestos sobre combustibles fósiles y tarifas de pago por captura, prevención y emisión de carbono. Cada país debe buscar, encontrar y elegir su propia estrategia para mejorar la condición ambiental y social, enfatizan.

Muchas veces, los procesos legales para castigar a las personas o empresas que contaminan son tan burocráticos que no llegan a su fin, explica Castellanos, y si se completan, las penas aplicadas no son ni siquiera cercanas para cubrir los daños causados. “En Guatemala, el problema no es la falta de leyes, sino la aplicación de las mismas, junto con el aparto judicial adecuado para penalizar a los infractores. Necesitamos un Ministerio Público y unos jueces mejor capacitados para entender los detalles técnicos de los delitos ambientales”, agrega.

 

Se acrecientan las protestas mundiales por los efectos del cambio climático provocados por el hombre. (Foto Hemeroteca PL)

 

Hay dos convenios para los cuales no se ha podido lograr un cumplimento pleno de sus objetivos: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (1992) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992), indica Cerezo, por falta de apoyo político, pero hay otros que sí han tenido éxito, como el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación por los Buques (Marpol, 1973-1978) que ha logrado reducir de manera significativa la contaminación de los océanos. “Si los gobiernos invierten en recursos, al hacer los cambios necesarios, estos convenios internacionales, pueden funcionar”, añade.

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“En los últimos años, he insistido en que la historia de la deforestación es la historia de la corrupción y de la impunidad. En Guatemala, por ejemplo, cuando los algodoneros tenían poder, el algodón deforestó; cuando los ganaderos tenían poder, la ganadería deforestó; y cuando el narcotráfico tuvo poder, el narcotráfico deforestó. Así que, sin lugar a dudas, la ingobernabilidad, la corrupción y la impunidad están en el corazón mismo de la destrucción ambiental y de la deforestación”, recalca Cerezo.

Desafíos

“Los esfuerzos deben dirigirse a mejorar las condiciones de saneamiento de nuestros poblados, que impactaría de manera positiva en la protección de los recursos hídricos y un mejor uso del suelo, en el caso de desechos sólidos”, indica Aguilar. Además, reducir las grandes brechas de inequidad y altos niveles de pobreza que hay en países como Guatemala, pues estos tienen una estrecha relación con la protección del medio ambiente, pues “hay personas que no tienen recursos para pagar energía eléctrica y deben usar leña o no pueden cubrir el gasto de un adecuado tratamiento de desechos líquidos y sólidos”. “Mientras eso no se resuelva, hablar de protección ambiental es muy difícil”, añade.

En Guatemala, señala, hay poca capacidad de establecer mesas de diálogo, donde los distintos sectores de interés con el medio ambiente se sienten y definan la visión de país que se desea, relacionada con los recursos naturales.

Las empresas deben apostar por el reciclaje para evitar un impacto de residuos en el medio ambiente. (Foto Hemeroteca PL)

“Apenas dedicamos menos 1 por ciento del presupuesto nacional para las instituciones encargadas de velar por el buen manejo ambiental”, dice Castellanos.

“Nuestro principal problema a corto plazo es el manejo inadecuado del agua. Por un lado, hay un uso descontrolado, pues, legalmente, ninguna autoridad puede controlar la apertura de pozos y la extracción de cualquier cantidad del líquido”, agrega.

“A mediano y largo plazo, el problema principal será el cambio climático que afectará la disponibilidad de agua porque se reducirá la cantidad total de lluvia, aunque la intensidad de los eventos extremos de lluvia aumentará y causará más deslaves e inundaciones”, refiere.

“Necesitamos movernos a fuentes de energía limpia y pensar en procesos de producción circulares, en los que los desechos se reúsen como fuente de materia prima”, indica Castellanos.

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“Los problemas ambientales no deben verse como algo lejano, que solo importa a las sociedades más desarrolladas, sino como una barrera más al desarrollo integral de nuestra sociedad. No lograremos tener una sociedad desarrollada y sana con un entorno natural degradado y contaminado”, puntualiza Castellanos.

“Si lo que se desea es mejorar la calidad de vida de la mayoría de los guatemaltecos, es necesario replantear las actividades económicas, que deberían ser más eficientes y responsables ambientalmente, pero también reducirlas y cambiarlas por actividades más amigables”, dice Arrecis.

“Debemos detener la pérdida de la biodiversidad. Para ello, se está proponiendo incrementar en 30 por ciento la superficie de áreas protegidas en el mundo, así como otra serie de medidas para evitar la llamada ‘Sexta Extinción Masiva’”, señala Cerezo.

“Para salvar el medioambiente, debemos emprender cuatro medidas: crear una cultura ecológica, para cambiar nuestras prácticas y comportamiento de consumo; evolucionar a una economía circular verde, en la que no hay desechos porque los bienes recirculan, se reciclan o se reutilizan; financiar e invertir en economías circulares y ecológicas, y apoyar a las mujeres rurales con empoderamiento, educación y servicios de salud accesibles, para garantizar un desarrollo sostenible del planeta”, concluye Cerezo.

Los riesgos para el bienestar humano y la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible continuarán intensificándose a menos que se detenga la degradación ambiental. Un calentamiento global superior a los 2 grados centígrados, combinado con la continua pérdida de biodiversidad y el aumento de la contaminación, probablemente, tenga consecuencias nefastas para la humanidad, se expone en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente Hacer las paces con la naturaleza: un plan científico para abordar la triple emergencia del clima, la biodiversidad y la contaminación (2021).

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El calentamiento antropogénico de más de 1 grado centígrado ya ha provocado modificaciones en las zonas climáticas, cambios en los patrones de precipitación, derretimiento de las capas de hielo y los glaciares, aceleración del aumento del nivel del mar y eventos extremos más frecuentes e intensos, lo que supone una amenaza para las personas y la naturaleza, se expone en dicho texto.

El Gobierno de Suecia acogerá este año la conferencia Estocolmo+50: un planeta sano para la prosperidad de todos. nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad, reunión que conmemorará el 50 aniversario de la Conferencia de Estocolmo de 1972. Queda esperar que la emergencia para proteger nuestro entorno deje de ser ignorada y que se adopten medidas claras y firmes para evitar la degradación precipitada y total.

Sostenibilidad 2022

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ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.