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El marqués de Aycinena, el hombre más poderoso de la colonia

Construyó un próspero imperio, mediante una red familiar que se extendió más allá del Reino de Guatemala, aprovechando el aparato político, eclesiástico y estatal.

El marqués de Aycinena: el hombre más poderoso de la colonia

El marqués Juan Fermín de Aycinena amasó una considerable fortuna durante el siglo XVIII, y fundó un poderoso clan político, social y económico en el Istmo. (Foto, Hemeroteca PL)

Juan Fermín de Aycinena e Yrigoyen nació en 1729, en Navarra, España, de donde emigró en 1749, a los 20 años, a las Indias, específicamente al Virreinato de Nueva España —actual México— para buscar fortuna, indica David L. Chandler, en su artículo La Casa Aycinena, Anuario de Estudios Centroamericanos (1978). Luego de un breve aprendizaje en Ciudad de México, estableció un negocio de transporte de mercancías en mulas hasta los puertos de Acapulco y Veracruz, y la referida metrópoli.

Después de cuatro años, su fortuna aumentó a 20 mil pesos, expone Richmond F. Brown, en su artículo Ganancias, prestigio y persistencia: Juan Fermín de Aycinena y el espíritu de su empresa en el Reino de Guatemala, Hispanic American Historical Review (1995). Disgustado por ciertas medidas del virrey, vendió su negocio y se trasladó a la Capitanía General de Guatemala, en 1754.

Según la Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica, llegó como representante o socio de su primo Pedro Bernardo de Yrigoyen. Se dedicó a la explotación de añil y rehabilitó esa industria. Su fortuna creció rápidamente y la reinvirtió en préstamos. Llegó a establecer una especie de institución bancaria en Santiago de Guatemala.
Con cada uno de sus tres matrimonios extendió su red familiar y ayudó todavía más a consolidar su posición social. Tuvo 16 hijos: tres con su primera esposa; seis con la segunda, y siete con la tercera.

Vista de la 7a. Av. y 9a. calle, zona 1, en la década de 1930. Del lado derecho, se puede apreciar locales comerciales y parte de la Casa Aycinena. En ese lugar se ubica ahora el Edificio El Centro. (Foto, Hemeroteca PL)

Enlaces estratégicos

Los vínculos familiares estratégicos fueron esenciales para su meteórico éxito. Quizás el más importante paso de su ascenso fue su matrimonio con Ana María Carrillo y Gálvez, en 1755, apenas un año después de su llegada a Centroamérica, que marcó su entrada en la élite local. Ana María pertenecía a la red familiar más poderosa de la región, que se dedicaba al comercio desde finales del siglo XVII. Su dote era de más de 178 mil pesos, conformado por dinero, mercancías, joyería, artículos de oro y plata y cuentas de crédito. Juan Fermín aportó al matrimonio solo 21 mil pesos.

El tío de Ana María era Cristóbal de Gálvez, alcalde mayor de El Salvador, probablemente una de las figuras más prominentes del Reino, cuando Juan Fermín llegó a Guatemala como uno de los emigrantes más ambiciosos y decidido a relacionarse con la élite establecida. Aycinena no solo se enraizó en la sociedad de Santiago, sino que además continuó “importando” sobrinos peninsulares para reforzar su red en el Istmo: Pedro de Aycinena Larraín y Pedro de Beltranena, quienes arribaron en la década de 1760 y buscaron incrementar las conexiones familiares mediante sus matrimonios con la élite local.

Después de la muerte de Ana María, en 1768, Juan Fermín se casó con María Micaela Nájera Mencos, en 1771, perteneciente a la antigua aristocracia criolla de origen vasco que controló la mayor parte de las maniobras del poder en 1750, según el artículo De Juan Fermín a Juan José Acycinena: la evolución de la red socioeconómica de una gran familia en Centroamérica, de Christophe Belabure, 2005.

Luego de la muerte de su segunda esposa, en 1777, Juan Fermín contrajo nupcias con Micaela Piñol Muñoz en 1785, hija de un comerciante catalán. Aunque Fermín ya no necesitaba una dote adicional para aumentar su riqueza, esta familia era clave para perpetuar su linaje. De la numerosa descendencia que nació de estos matrimonios se puede mencionar a Vicente de Aycinena y Carrillo (1766-1814), María Bernarda Aycinena y Nájera, Juana María y Tadeo Piñol y Muñoz, quienes crearon el núcleo de lo que sería la oligarquía de Guatemala en el siglo XIX. La extendida red familiar, a través de matrimonios por conveniencia, favoreció vínculos sociales, aliados políticos y conexiones comerciales.

Micaela Piñol y Muñoz de Aycinena, tercera esposa del marqués. (Foto Prensa Libre, cortesía de José Molina Calderón)

Mayorazgo

Juan Fermín decidió que una vez que él falleciera, se mantuviese el patrimonio familiar sin dividirse. Para ello, estableció el mayorazgo, que es una figura jurídica que permite perpetuar en familia la propiedad de los bienes de la empresa, explicó el economista y escritor José Molina Calderón, académico numerario de la Academia de Geografía e Historia, en una conferencia sobre el marqués.

El mayorazgo impedía la rápida disipación de fortunas coloniales y consolidaba la mayor parte de los bienes en un legado indivisible e inalienable que se trasladaba a un único heredero. A la muerte del marqués, en 1796, a los 66 años, trasladó su título y bienes a su hijo primogénito, Vicente de Aycinena y Carrillo.

No se requería de un título nobiliario para obtener un mayorazgo, que estuvo vigente hasta 1823, cuando la Asamblea Nacional Constituyente, que formó la Federación de Centroamérica, canceló la vigencia de esta figura jurídica, precisa Molina.
El patrimonio familiar disminuyó por las expropiaciones y confiscaciones que tuvo la Casa Aycinena, después de la guerra civil de 1827-1829. El patrimonio aumentó en 1833 con la compra de la hacienda El Naranjo, de 72 caballerías de extensión, por Pedro de Aycinena, a quien le hubiera correspondido ser el IV marqués.

Hacienda El Naranjo, adquirida por la familia Aycinena en 1833, con una extensión de 72 caballerías. (Foto Prensa Libre, cortesía de José Molina Calderón)

El mayorazgo quedó anulado en 1871, al triunfar la Revolución Liberal.

Tipo de negocios

Aycinena, como sus colegas comerciantes, adelantaba mercaderías y efectivo a productores del Istmo —mineros de plata o plantadores de añil— a cambio de descuentos en mercancías, que él distribuía en su red imperial comercial. Juan Fermín se diferenciaba por la cantidad de capital disponible que empleaba, la extensión de su red de negocios y la rigurosidad de sus esfuerzos para diversificar e integrar su empresa, que prácticamente participaba en cada sector de la economía de la región.

El inventario de 1768 revela que la mayoría de mercaderías que importaba eran textiles de Italia, Francia y España, Reino Unido, China, Bélgica e India. La tienda de los Aycinena ofrecía artículos básicos, cotidianos y de lujo como botones, listones, sombreros, zapatos, papel, canela, alfombras y sábanas, indica Brown.

Una parte sustancial de su riqueza en cada inventario consistía en géneros de mercancía. En 1768, 207 mil 714 pesos, un 25% de su fortuna, era mercadería.

En una región en la que crónicamente escaseaba el efectivo, el crédito era crucial para conducir los negocios. En 1755, Aycinena asumió el papel de financista de Centroamérica. En 1768, las cuentas por pagar representaban el 83% de su fortuna, y en 1777, el 107%. La mayoría eran créditos a particulares, que iban de 2.5 pesos a más de 39 mil, desde religiosos y conventos hasta oidores, alcaldes mayores, agricultores, artesanos y comerciantes.

El 41% de sus créditos estaban concentrados en El Salvador, según registros de 1777, por 416 mil 796 pesos.
Aycinena fue el exportador principal de añil de Centroamérica, reconocida en el mundo por producir el añil más fino, un colorante de alta demanda en la creciente industria textil de Europa. De 1778 a 1785, el empresario exportó 666 mil 737 libras de añil, que representaba el 16% del total de exportaciones de la región.

Escudo del Marquesado de Aycinena. Sobre la portada de la casa solariega (zona 1) se observaba este blasón labrado en piedra. (Foto Prensa Libre, cortesía de José Molina Calderón)

La meta de la empresa familiar era diversificar las inversiones, integrar verticalmente negocios y maximizar las ganancias, al eliminar los costosos y poco fiables comisionistas, con la cooperación leal de amigos, asociados, clientes y dependientes, pacientemente formados por muchos años para realizar transacciones o cobrar deudas. Aycinena extendió sus poderes de representación por toda Centroamérica, el continente y España. Tenía contactos en México, Cuba y Perú. La Casa Aycinena se encargaba de servir como intermediaria entre México y Perú para los comerciantes centroamericanos.

En 1772, Juan Fermín extendió sus poderes de representación a su sobrino Juan Miguel Aguerreverre, un comerciante en Lima. Por otro lado, algunos de los contactos peninsulares de comercio en Cádiz eran miembros de la familia Aycinena. En 1765, por ejemplo, los navarros Juan de Gortari y Antonio Bergana se convirtieron en socios de Aycinena en Perú.

Participó activamente en la industria minera del Istmo, que le proporcionaba un mercado para sus importaciones. Fue propietario de minas cerca de Tegucigalpa, y adquirió inmensos terrenos y propiedades, principalmente, en El Salvador. Para salvaguardar sus inversiones, Aycinena mantenía relaciones financieras relevantes con oficiales coloniales de la región.
Además de sus actividades económicas, en 1773 Juan Fermín adquirió la embarcación La fama, y se convirtió así en propietario de naves marítimas. En 1780 empleó una fragata en el comercio peninsular llamada Nuestra Señora de los Dolores, para enviar añil a Cádiz.

Cargos públicos

Juan Fermín contribuyó con enormes sumas de impuestos, proveyó préstamos oportunos a las emergencias militares y apoyó a la Corona en los esfuerzos para trasladar la capital al Valle de la Ermita, en 1776. Controló oficinas relevantes en el gobierno colonial y ejerció influencia en los asuntos de gran interés para él. Su puesto adquirido de manera permanente en el Cabildo de Santiago, que ocupó de 1761 a 1780, le dio voz para decidir en asuntos de tierras, trabajo, impuestos y monopolios.

Tuvo influencia, además, en el destino de ciertos ingresos eclesiásticos, pues era el líder de dos órdenes religiosas, a través de lo cual obtuvo beneficios sustanciales.

Asimismo, Aycinena se convirtió en uno de los nueve guatemaltecos o españoles en Guatemala, entre 1725 y 1800, que recibieron el título de Caballero de la Orden de Santiago.

Casa en Antigua Guatemala que pertenecía al marqués Juan Fermín de Aycinena, quien ocupó varios cargos públicos y fue el administrador general del traslado de la capital al Valle de la Ermita. (Foto Prensa Libre, cortesía de José Molina Calderón)

Cargos ocupados por el marqués

  • 1755: alférez
  • 1757: teniente y capitán (1758) del batallón de Santiago
  • 1758: síndico procurador del Ayuntamiento de Santiago
  • 1759: alcalde
  • 1761: regidor perpetuo y depositor general
  • 1762: administrador, monopolio del ron
  • 1769: administrador de la alcabala
  • 1776: administrador general del traslado de la capital
  • 1784: alcalde
  • 1794: prior del Consulado de Comercio

Marquesado

En reconocimiento de sus servicios públicos. donaciones para obras públicas y su prominente lugar en la sociedad, sus colegas, luego del traslado de la capital, cedieron a Juan Fermín, en 1781, la parte sur de la Plaza Mayor, donde Aycinena construyó una mansión, oficina aduanera y locales comerciales. Se le consideraba la mejor casa del Reino y la única residencia privada en la Plaza Mayor de la nueva ciudad. En ese lugar se ubica actualmente el Edificio El Centro, en la 7a. Av. y 9a. calle, zona 1. El actual Pasaje Aycinena era en su tiempo el huerto de la propiedad. Se calcula que el costo de la construcción de esta casa sobrepasó los 97 mil pesos.

La Corona española decidió reconocer las contribuciones de Aycinena y así fortalecer la lealtad de las principales familias del Reino, a fin de contrarrestar el ejemplo revolucionario de las 13 colonias inglesas, expone Chandler. El rey Carlos III de España ofreció títulos nobiliarios a Aycinena y a otras importantes familias, pero solo este aceptó el ofrecimiento. Aunque manifestó falta de fondos, aceptó el título de marqués — luego de pagar 8 mil ducados—, el único otorgado en Centroamérica, concedido el 10 de febrero de 1783, al convertirse los Aycinena en la única familia noble del Istmo.

Monopolio

Los Aycinena dominaban la vida social, política y comercial de la Colonia. Fueron promotores del establecimiento en Guatemala del Consulado de Comercio, que controlaba las transacciones comerciales de ultramar.

El liberal Pedro Molina calificaba a estos nobles como “más tiránicos que el rey de España”, y los señalaba de haber formado un monopolio para la compra de añil, pues era ilegal vender este producto a otra persona que no fuera el referido consulado. Por otro lado, los ganaderos debían aceptar los altos precios de transporte establecidos por el monopolio de los Aycinena.

En el gobierno y en los círculos eclesiásticos la familia también tuvo preponderancia. Un petición formal firmada por nueve ciudadanos de la capital, el 21 de octubre de 1820, presentaba una lista de 71 puestos públicos, que incluía a eclesiásticos, ocupados por integrantes del clan, que juntos sumaban un salario de más de 2 millones de pesos. Los peticionarios destacaban que también “en otras familias de la capital había individuos de mérito”.

Pasaje Aycinena, cuya entrada está sobre la 9a. calle, cercana a 7a. avenida, zona 1. Anteriormente, era el huerto de la mansión de la familia Aycinena, según planos trazados en 1783. (Foto, Hemeroteca PL)

Nepotismo

El dominio de los Aycinena no terminó con la Independencia de Centroamérica, pues varios de sus integrantes fueron dirigentes de ese movimiento y pocos años más tarde, cuando Mariano de Aycinena encabezaba el gobierno conservador de Guatemala, nombró a gran número de “nobles” en puestos clave del gobierno del Estado, miembro de la recién fundada República Federal, y corrió el rumor de que Aycinena tenía planes de crear una república aristocrática, sostiene Chandler. No obstante, cuando los liberales triunfaron en la guerra civil (1827-1829), el gobierno de Mariano de Aycinena cayó, la familia perdió su posición y fortuna y muchos miembros se exiliaron.

Sin embargo, con el triunfo de Rafael Carrera, en 1838, la familia recobró su preeminencia. Muchos miembros conformaron la Asamblea Constituyente, y durante los 30 años del gobierno conservador ostentaron gran influencia y poder. En 1851, autoridades eclesiásticas también pertenecían al clan: el decano, el archidiácono del Cabildo Eclesiástico, el vicario general del Arzobispado y el obispo.

Al año siguiente, casi un tercio de los miembros de la Cámara de Representantes eran Aycinena —10 de 34—, y en 1853, la mitad de los puestos en la Municipalidad de Guatemala eran ocupados por integrantes de esta familia —siete de 14—.

En 1855, tres puestos del gabinete de gobierno -el Ministerio de Negocios Extranjeros, el Ministerio de Gobernación y el Ministerio de Justicia y Cultura- estuvieron a cargo de los Aycinena: Manuel F. Pavón, Pedro Aycinena y Manuel Echeverría, respectivamente. En el Consejo del Estado, Sociedad Económica, el Consulado de Comercio y Colegio de Abogados también había presencia de esta familia.

Millonaria fortuna

La facturación de su negocio familiar ascendía a los casi 3 millones de pesos. Su posición en el sistema colonial era dominante y continuó fortaleciéndose entre 1770 y 1790. Sus activos aumentaron de 198 mil 912 al momento de su primer matrimonio, a 1 millón 400 mil 353 a su muerte, en 1796, un crecimiento acumulado del 700% en 40 años. Belabure asegura que Juan Fermín, además, dejó a sus herederos una red de más de 300 intermediarios y socios comerciales.

Fue sepultado en la iglesia del Colegio de Cristo de Propaganda Fide (La Recolección), de la que era síndico apostólico.

Interior de la casa del marqués de Aycinena. (Foto Prensa Libre, tomada del Facebook del cronista Miguel Álvarez)

Residencia única

  • La mansión que construyó Aycinena era la más suntuosa en la Nueva Guatemala de la Asunción.
  • Tenía 15 habitaciones, siete patios, 24 almacenes y siete pajas de agua.
  • En el inventario de 1771 se registraron alhajas de plata y joyería diversa.
  • La pieza más impresionante era un collar de 34 perlas, una de ellas, en el centro, en forma de aguacate, con un valor de 4 mil 830 pesos.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.

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