Revista D

Triple X

La pornografía está en todas partes. Por eso, es importante hablar de sexualidad, aunque este sea un tema “escabroso” en nuestro país.

Pornografía. El tema siempre ha sido controversial, y más aún en la conservadora sociedad guatemalteca. 

Este tipo de material es todo aquel que “presenta contenidos sexuales explícitos y que, debido a sus características, no son aptos para los menores de edad —para ellos, por ley, también está prohibido”, detalla la sexóloga Yosahandi Alcalá.

Lo que se define como tal, sin embargo, ha variado con el paso del tiempo.

En el siglo XIX, por ejemplo, el erotismo se encontraba en la Literatura. Ahí está el caso de la poetisa María Josefa García Granados, la Pepita, quien en la Guatemala de esa época hizo que muchos pusieran el grito en el cielo. En el poema Sermón para José María Castilla, que escribió con su amigo, el poeta José Batres Montúfar, se leen estas líneas de magnífica rima: “Para evitar los males de que os hablo, / escuchad las palabras de San Pablo: / Mortales; fornicad, joded sin pena / que la salud sin esto nunca es buena: / joded por la mañana y por la tarde, / y de solo joder haced alarde”.

Ya entrado el siglo XX, con la televisión en apogeo, aparecieron los pícaros filmes mexicanos, transmitidos bien entrada la noche.

Durante la pasada centuria también surgieron una gran cantidad de revistas para adultos, las cuales, de una u otra forma, llegaban hasta las manos de los adolescentes curiosos.

En los noventas, con el servicio de cable cada vez más accesible para el público, se incrementó la exposición del porno. A la vez, empezaron a circular las grabaciones en casetes VHS y, después, en discos compactos. A finales de la década de 1990, con el auge del internet, este contenido llegó hasta las computadoras de escritorio y, casi de inmediato, a las portátiles.

Hoy, todo eso está en los teléfonos móviles —el 63 por ciento del tráfico total—. De paso, es gratuito.

A esto se le suman los videos musicales de alto contenido sexual, transmitidos por televisión a cualquier hora del día —ahí están los videoclips de reggaetón o de artistas pop como Rihanna y Shakira—.

Por todo esto, el tema de la pornografía, así como la adecuada educación sexual desde temprana edad, “resulta ineludible en estos tiempos y debería dejar de ser tabú”, expresa Alcalá.

Sin reacción

El problema de la pornografía no se ha dado únicamente por la masificación tecnológica, sino también por la casi nula reacción de los padres e instituciones de educación por brindar información sexual adecuada a los jóvenes.

En el 2012, el Ministerio de Educación creó la Línea Base de Educación Integral en Sexualidad —para primaria—, que hasta ahora ha tenido escaso éxito, ya que no hay maestros capacitados ni comprometidos.

Los padres, además, deben asumir su parte de culpa, pues pocos están dispuestos a abordar estos temas con sus hijos. “Si los jóvenes no encuentran respuestas a sus preguntas, las buscarán en otras fuentes”, advierte Alcalá.

En 1982, la Universidad de La Laguna, España, presentó un estudio pionero sobre la información sexual y el comportamiento de la población escolar. Este reveló que los estudiantes de 11 a 18 años se informaban en la pornografía como si fueran libros de texto.

LEGISLACIÓN GUATEMALTECA

Queda prohibida la producción, comercialización o difusión de pornografía de personas menores de edad —las sanciones varían de los seis a 10 años de prisión y una multa de Q50 mil a Q500 mil—, según el Código Penal (artículos 194 y 195). También se indica que la posesión de material sexualmente explícito de menores de edad conlleva prisión de dos a cuatro años.

Las publicaciones y los espectáculos obscenos se abordan en el artículo 196.


Lo alarmante del asunto es que, tres décadas después, el problema persiste. La Universidad de Middlesex, Inglaterra, refiere en una reciente investigación que este contenido aún hoy es la fuente de aprendizaje para los niños y adolescentes. “El currículo en formación sexual de los niños tiene que crecer y adquirir más relevancia, además de incluir educación sobre la pornografía”, comparte.

Con esto coincide Alcalá: “Las instituciones de educación, públicas y privadas, además de contar con contenidos centrados en cuestiones biológicas, deberían incluir aspectos sociales —mitos sexuales y entorno—, psicológicos —sensibilización, familia, amistad, noviazgo y respeto—, prevención —de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y embarazos no deseados— y toma de decisiones”, detalla.

Para la asociación inglesa Children’s Commissioner, “es posible exponer a los niños a algunos contenidos clave como consentimiento, género, imagen corporal, relaciones y comportamiento sexual (…) Estos pueden ser introducidos de manera apropiada, año con año y acorde con las necesidades de cada edad”, explica en un comunicado.

“En el caso de los padres que no se atreven a hablar de este asunto, recomiendo que les proporcionen a sus hijos libros como Quiubole —que tiene ediciones para hombres y mujeres—”, agrega Alcalá.

Pero, de nuevo, el conservadurismo general choca contra la formación sexual, con frecuencia por cuestiones de índole moral, éticas y religiosas. Tanto así que muchas veces los padres prohíben a los maestros instruir a sus hijos sobre esta materia, porque creen que eso incrementaría las relaciones sexuales, lo cual rechaza Alcalá. “Al contrario; cuando tienen información veraz, los muchachos son capaces de tomar mejores decisiones y ser más responsables”, afirma.

Consecuencias

Tomar la pornografía como fuente de información primigenia genera varias adversidades. De acuerdo con la institución británica, este contenido puede producir en cualquier persona actitudes disfuncionales y poco realistas sobre el sexo y conductas sexuales permisivas. Asimismo, se llega a ver y a tratar a las mujeres como objetos, se adquieren pensamientos más frecuentes sobre la temática y se crea incertidumbre y posturas machistas.

Cuando se aprende de sexo a través de la pornografía, se reproducen los estereotipos machistas, se genera violencia de género y se crean falsas expectativas en una relación.


Ver pornografía también produce daños cerebrales. A esa conclusión llegó el prestigioso Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, de Berlín, cuyo estudio fue publicado en la revista especializada de la Asociación Médica Estadounidense. “Quienes pasan mucho tiempo viendo contenido sexual explícito tienen menos materia gris y registran una reducción de su actividad cerebral”, refiere la investigación.

Entre sus efectos está el deterioro de la zona encargada de la toma de decisiones, el comportamiento y la motivación.

Otro problema es cuando el consumo de ese material se vuelve descontrolado, compulsivo y que genera cierta dependencia. En otras palabras, cuando se convierte en una adicción.

Resulta difícil establecer el perfil del adicto debido a múltiples factores —el anonimato es alto, ya que muchos tienen miedo al “qué dirán”—. Sin embargo, la persona que está enganchada al porno suele preferir obtener el placer a través del internet antes de que con su propia pareja, tiene dificultades afectivas, miedo a la intimidad y una pobre formación de la sexualidad. “El porno deja de ser entretenimiento cuando la mayor parte del tiempo se destina a verlo, o bien, cuando aparecen problemas a nivel social, laboral y familiar; ahí es cuando hay que buscar ayuda de un profesional”, expresa Alcalá.

Este tipo de adicción, además, causa efectos a nivel emocional —ansiedad, depresión, fobia social, trastornos de la personalidad y hasta consumo de drogas o alcohol—.

En el libro Sexualidad y salud mental, en el apartado Psicopatología de la sexualidad e Internet, coordinado por Ángel Luis Montejo, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental, se indica que hasta el 20 por ciento de los adictos al internet lo están en relación con el sexo. “Los hombres tienen una orientación mayoritaria hacia el porno y las mujeres hacia los chats de contenido erótico”, se lee.

Advierte también de otras modalidades que han surgido a través de los teléfonos celulares, como el sexting —intercambio de experiencias de contenido erótico—, la sextorsión —ataques personales— y el grooming o acoso a menores.

Los mitos

Uno de los más extendidos es que “solo los hombres ven pornografía”, lo cual es falso, aunque cabe aclarar que sí, en efecto, son ellos quienes más la consumen.

Los especialistas recomiendan apertura con sus hijos para resolver dudas sobre sexualidad. Si no se les brinda esa información, los jóvenes podrían buscarla en internet y, sin querer, encontrar pornografía.


Un estudio de la compañía Pornhub indica que los llamados millennials —la generación nacida entre 1980 y los 2000—, tanto hombres como mujeres, dedican en promedio nueve minutos y 10 segundos en navegar por un portal web pornográfico, mientras que sus mayores tardan 10 minutos y 15 segundos.

La investigación indica que los guatemaltecos ven nueve minutos con 20 segundos.

Pero, ¿ver porno es bueno o malo? Según Alcalá, todo depende. “Su consumo esporádico y controlado es a veces una propuesta de terapia sexual que se sugiere a parejas con bajo deseo, siempre y cuando ambos estén de acuerdo”, dice. “En algunas parejas enriquece la sexualidad individual y también favorece el deseo y la fantasía”, agrega.

Otro de los problemas que se generan al ver pornografía, si es que se le toma como fuente de información veraz —que, insistimos, no lo es— es que el tamaño de los órganos sexuales de los actores pueden afectar el autoestima de cualquier mortal con la dimensión promedio.

Además, muchos jóvenes llegan a pensar que su vida sexual será como lo que ven en ese tipo de películas. Lo malo es que ahí se exponen a crear conductas anormales.

Otro inconveniente creado es que piensan que en las relaciones sexuales no se debe usar preservativo pues “nada pasará”. Lo que no se difunde es que los actores porno siempre pasan por exámenes de ETS y VIH —que a veces han fallado, por lo que terminan infectando a otros—.

Así que, por estos motivos, es mejor brindar información adecuada según la edad. Hasta el mismo Rocco Siffredi, actor italiano de este tipo de filmes, ha dicho que “la pornografía debe ser considerada como entretenimiento” y que, de ninguna forma, debería ser tratada como educación sexual.

Mitos X

Como en cualquier otra película, lo que se produce en la  industria pornográfica  es ficción, por lo que es contraproducente imitar o creer las situaciones que se exhiben. 

¿Solo los hombres ven porno?

No es cierto. Es común que ellas también lo hagan, aunque sus gustos distan mucho de las temáticas preferidas por los hombres.

Guion

Las escenas están planificadas por el equipo de producción; nada es al azar. Incluso, los actores deben examinarse de ETS y VIH.

Duración

Existen muchas producciones que duran más de 30 minutos solo para el momento íntimo, pero la verdad es que existen numerosos cortes entre escenas.

Irreal

Las mujeres emiten sonidos durante todo el acto, aunque esto no siempre es así. Cada quien se expresa de forma diferente.

Variedad

Los filmes abarcan numerosas posiciones, aunque en la vida real, por lo regular, se limitan a experimentar dos o tres.

Ilusorio

Otros mitos de la pornografía: se exagera la estética física y la cantidad de fluidos.

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