La condena a 15 años y seis meses de prisión decidida el lunes por el juez Pablo Xitumul, del Tribunal C de Mayor Riesgo, contra Roxana Baldetti no se puede rechazar ni criticar. Es el resultado lógico de las consecuencias legales de delitos cometidos en el ejercicio del poder político, como producto directo del convencimiento de la impunidad. Al analizar el caso, desde el inicio se manifestó la segura comisión de un hecho fuera de la ley por su imposibilidad. Simplemente era ridículo pensar siquiera en la posibilidad de limpiar el charco antes conocido como lago de Amatitlán con una pócima. Era realmente un insulto a la inteligencia de cualquiera, no solo la idea en sí, sino la existencia de una empresa extranjera, en este caso dirigida por un israelí, capaz de hacer realidad un absurdo como ese.