“Si me hubieran dicho que iba a educar a una científica, no lo habría creído”: el legado de Marlene Alvarado en la vida de la académica Susana Arrechea
Madre e hija vivieron maternidades distintas. Hoy las une un vínculo profundo, fortalecido por la convicción de que los hijos deben forjar su propio camino.

Madre e hija enfrentaron retos distintos en la maternidad, pero siempre priorizaron la educación y los valores. (Foto Prensa Libre: Cortesía Susana Arrechea)
“Si a mí me hubieran dicho que iba a criar a una científica, no lo hubiera creído”, confiesa entre lágrimas de orgullo y una sonrisa Olivia Marlene Alvarado Ruiz, madre de la científica guatemalteca Susana Arrechea. “Ella fue creciendo y fue buscando su propia forma de abrirse campo”.
Con estas palabras comienza una conversación íntima entre madre e hija que revela cómo el amor, la educación y la perseverancia pueden trascender generaciones y forjar caminos extraordinarios.
Contrario a lo que muchos podrían imaginar, no hubo señales tempranas que indicaran el futuro científico de Arrechea. “Siempre fue muy inquieta. En el colegio le iba muy bien y siempre estaba entre los primeros lugares”, recuerda Alvarado. “Pero cuando era pequeña, yo creo que no estaba inclinada precisamente por la ciencia. Sí soñaba con entrar a la universidad siempre”.
Fue hasta aproximadamente los 11 años cuando Arrechea comenzó a mostrar un interés definido por el mundo científico.
Un reto de pareja
Alvarado narra cómo el carácter de su hija es muy parecido al suyo, y eso, en momentos, provoca algunos roces en la relación. No obstante, menciona que, como en todo proceso, ambas han trabajado en su vínculo madre e hija para que este se base en la confianza y el respeto.
“Lo más importante para mí fue dejarla que ella decidiera lo que quería hacer, porque, a veces, como padres, queremos que nuestros hijos cumplan los sueños que quizás nosotros no tuvimos. Pero, junto con su papá, siempre tomamos la decisión de que ellos decidieran lo que quisieran hacer en sus vidas”. En el caso de Arrechea, la ciencia fue su camino, y aunque, según relata Alvarado, su trayecto no fue fácil, ella se convirtió en su orgullo.

Dos generaciones, dos formas de maternidad
Susana tenía sus metas muy claras. Se convirtió en madre luego de terminar sus estudios universitarios y realizar algunos proyectos. Sin embargo, la experiencia de la maternidad ha sido radicalmente diferente para ambas.
Alvarado tenía apenas 19 años cuando se convirtió en madre, mientras estudiaba y trabajaba para sostener a su familia.
“Creo que vivimos maternidades muy diferentes porque mi mamá me tuvo cuando tenía 19 años, jovencita, y todavía estaba empezando a estudiar la universidad”, reflexiona Arrechea. “En cambio, yo ya había terminado todos los estudios, entonces creo que viví de una manera diferente porque pude compartir más tiempo con las nenas”.
Para Alvarado, los mayores desafíos vinieron de tener que dividir su tiempo entre múltiples responsabilidades. “Yo trabajaba y estudiaba, y, a veces, el tiempo que le dedicaba a mis hijos era muy limitado, pero, al final de cuentas, lo que importa es la calidad y no la cantidad de tiempo que uno les da a los hijos”, reconoce.
Un equilibrio entre ciencia y familia
Hoy, Arrechea enfrenta sus propios retos como madre de dos niñas pequeñas y a la espera de su tercer hijo, mientras mantiene una carrera científica activa. “Para mí ha sido retador porque, a veces, siento que me hacen falta fuerzas físicas. A veces me canso mucho porque requiere mucha energía física con las nenas”, comparte.
Sin embargo, ha logrado el equilibrio que muchos profesionales buscan. Este balance entre vida profesional y personal es precisamente lo que su madre más admira: “Ver cómo ella ha logrado tener ese balance entre su profesión, entre ser científica y ser madre... eso creo que merece la pena”.
Además, para ella, mantener viva la conexión con Guatemala en sus hijas es una prioridad absoluta, especialmente viviendo fuera del país. “Me alegra muchísimo que mis hijas se sientan orgullosas de Guatemala. La más grande siempre dice ‘Yo soy de Guatemala’ cuando se presenta con alguien”, comenta con evidente orgullo.

La importancia de los valores en el hogar
A través de la conversación, emerge claramente el conjunto de valores que ha sido transmitido de generación en generación: la empatía hacia los demás, la importancia de la educación como vehículo de progreso y una sólida base espiritual.
“Creo que le hemos inculcado a Susana el hecho de poder apoyar y poder servir a las personas”, explica Alvarado, recordando cómo su propia experiencia en áreas rurales moldeó esta visión de servicio.
Por su parte, Arrechea confirma: “Intento inculcarles a mis hijas la importancia de los estudios. Mi mamá siempre lo decía y creo que eso marcó algo bien importante en mí”.
Lo que hace especial esta relación entre madre e hija es cómo ambas han aprendido una de la otra. Alvarado confesó que uno de los valores que más admira de su hija es la paciencia.
“La paciencia que ella tiene, esa pausa que hace para poder entregar ese tiempo a sus hijas, aunque ella esté muy cansada, ese amor que ella les da es algo para aprender”, comenta.
Arrechea, por su parte, reconoce que solo al convertirse en madre pudo comprender verdaderamente los sacrificios realizados por su mamá. “Cuando crecí, me di cuenta de todo el esfuerzo que ella hacía, que era muchísimo por trabajar, estudiar, cuidarnos y seguir adelante. Definitivamente uno no entiende lo difícil que es ser mamá hasta que lo vive”.

Para las madres guatemaltecas
Al finalizar la conversación, ambas ofrecen palabras de aliento para otras madres que enfrentan sus propios desafíos diarios.
“Piensen en la calidad y no en la cantidad de tiempo que le dedican”, aconseja Alvarado. “No hay un manual que nos diga qué es bueno y qué es malo, sino que la convivencia y la experiencia de todos los días es la que nos permite hacerlo. Y cada vez que puedan, díganles a sus hijos que los aman”.
Arrechea añade: “Intenten encontrar un equilibrio en el que ustedes se sientan también bien, y que puedan expresar ese bienestar con sus hijos. Al final, lo importante es el amor que se tiene; la familia es lo primero”.
“Que Dios las bendiga, que les siga dando esa luz, paz y sabiduría para poder cuidar a sus hijos. Y para todos los que aún tienen a su mamá, que la disfruten, que la abracen y que la besen, y cada vez que puedan que se digan ‘te amo’”, concluye Alvarado.