Escenario

“¡Ay, mis hijos!” el grito de la mujer en agonía por recuperar a sus seres queridos (y la historia por la que se le conoce como La Llorona)

La Llorona es una leyenda tradicional de Guatemala. Algunos señalan que es la historia de María de Los Remedios, una mujer vestida de blanco que aclama por sus hijos.

Leyendas de Guatemala - La Llorona

La Llorona es una leyenda tradicional de Guatemala, que relata la historia de una mujer que busca a sus hijos. (Foto Prensa Libre: Steinar Engeland en Unsplash).

Cuenta la leyenda que, durante la noche, en lugares cercanos a fuentes de agua como ríos, lagunas o lagos, se escucha el llanto agónico de una mujer que busca a sus hijos. La tradición oral relata que, si una persona la escucha lejos, es porque ella realmente se encuentra cerca; mientras que, si se le escucha cerca, es porque está lejos.

La historia de La Llorona tiene varias versiones, como cualquier leyenda de Guatemala. Sin embargo, todas coinciden en que es una mujer vestida de blanco que deambula al final del día en busca de sus hijos, a quienes ahogó en un río.

Se caracteriza por el terrorífico grito “¡Ay, mis hijos!”, el cual hace que la piel de quien la escucha se enchine y los pasos sean pesados y lentos, a tal punto que no pueden caminar.

La leyenda de La Llorona es la historia de María de los Remedios, una mujer desdichada que por un amor prohibido ahogó a su hijo recién nacido en las aguas de un río.

El escritor guatemalteco Celso Lara Figueroa, relata que luego de los terremotos del 29 de julio de 1773 en el país, la población se mudó a la Nueva Guatemala de la Asunción. María de los Remedios se sentía triste por haber dejado su casa en donde creció y tener que comenzar en un lugar nuevo.

En la nueva ciudad vivía en una casa muy grande, ubicada en el Callejón de Soledad, en el barrio de San Sebastián. Sin embargo, estaba sola porque su esposo trabajaba lejos, lo cual le remarcaba su soledad y tristeza.

En el barrio vivía Juan de la Cruz, un fontanero apuesto que trabajaba en la esquina de la Calle de Concepción y Calle del Manchén, en donde repartía el agua del sector.  Este joven se sorprendió por la belleza de María de los Remedios, por lo que usó su oficio para acercase a la hermosa mujer.

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Para María de los Remedios era un halago que Juan de la Cruz se hubiera fijado en ella, a pesar de estar casada. Esto también hacía que se lamentara por no haber tenido la oportunidad de amar libremente, ya que su matrimonio fue arreglado por su madre.

Un día, la casa de María de los Remedios amaneció sin agua, por lo que requirió los servicios de Juan de la Cruz. A pesar de que era un trabajo sencillo, este lo alargó durante siete días para estar cerca de la bella mujer. Desde entonces, ambos iniciaron una relación amorosa.

Luego de un tiempo, María de los Remedios estaba embarazada. Sin embargo, la aflicción se apoderó de la pareja ya que el esposo de doña María regresaría pronto. En el barrio comenzaron los rumores, los cuales atormentaron más a la mujer, por lo que decidió alejarse de todos, incluido Juan de la Cruz.

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Después de dar a luz, en un anoche de desesperación porque ya estaba cerca el regreso de su esposo, se vistió de negro y salió rumbo al oriente, con destino al río de Las Vacas. Al llegar, hundió a su hijo en las frías aguas, por lo que se ahogó.

La leyenda señala que la belleza de María de los Remedios desapareció y se convirtió en La Llorona, ya que minutos después de haber ahogado a su hijo se arrepintió. Por ello, ahora llora y lanza gritos escalofriantes cuestionándose en dónde está el pequeño Juan de la Cruz.

Esta narrativa cambia según el lugar. Para algunos habitantes de Amatitlán, La Llorona era una mujer que era víctima constante de violencia por parte de su esposo, hasta que llegó el día en que los golpes fueron tan severos que acabaron con su vida. El marido, para ocultar su crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huyó con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no descansa en paz, por lo que siempre se le escucha gritando desconsolada en búsqueda de sus hijos.

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ESCRITO POR:

Andrea Jumique Castillo

Periodista de Prensa Libre especializada en temas de salud, bienestar y cultura, con 5 años de experiencia.