Escenario

Game of Thrones: Y la ganadora del Juego de Tronos fue… la casa Stark

El nombre Stark quedó como un símbolo de rectitud y estará a cargo de darle un nuevo rumbo a los Siete Reinos.

La Casa Stark, para servirnos. (Foto Prensa Libre: HBO)

La Casa Stark, para servirnos. (Foto Prensa Libre: HBO)

Si bien la prisa marcó las últimas dos temporadas de Game of Thrones, es necesario recordar que fue la paciencia, los diez capítulos por año y los diálogos extensos pero intensos los que siempre determinaron el tono que marcó la serie que este domingo llegó a su fin.

Por eso faltaba observar y recordar aquel capítulo inicial para comprender que, pese a la sangre y las tristezas que se extendieron a lo largo de los capítulos, George R. R. Martin tendió la respuesta ante nuestros ojos sobre quién sería el gobernante desde el Trono de Hierro.

La bondad y el acompañamiento de Eddard Stark, Ned, y el amor y determinación de Catelyn Stark, cobijaron a los personajes determinantes en el desenlace del Juego de Tronos: Bran, Arya, Sansa y Jon fueron los ganadores. Este último, es de mencionar, con un perfil más de redención que de satisfacción.

Porque ninguno de los hijos Stark pudo negar que su padre y madre permanecen vivos entre ellos. No hay tragedia ni tiempo que lo sugestione. Porque todos transitaron por una ruta tortuosa, difícilmente con signos de felicidad. Una familia afectada por la tragedia. Una familia destinada a vencer, al fin.

La casa Stark

Eddard y Catelyn Stark marcaron el ritmo político de Westeros (Foto Prensa Libre: HBO).

El rey de los Siete Seis Reinos es Bran Stark, el Cuervo de Tres Ojos, que en el primer capítulo quedó lisiado pero no disminuido, y el destino, junto al apoyo de aliados, le hizo tener la sabiduría y herramientas para ser, ahora sí, alguien que dirigiera desde el Desembarco del Rey sin ningun ápice de locura.

Quizás demasiado apático, pero finalmente alguien que se aparta de los sentimientos para priorizar la razón dentro de su gobierno. Esa es la primera gran enseñanza de Ned Stark, que fue amoroso, sí, pero sobre todo un tutor adecuado por encima de la violencia que afectó en Westeros.

Por eso mismo Bran supo comprender cuando su hermana, Sansa, decidió independizarse de ese reino para ser la gobernante del Norte, desde Winterfell, un pueblo que quizás fue el único en verse afectado plenamente por el invierno y rara vez tuvo el apoyo de otras casas. El Norte no se arrodilla.

Ni Arya ni Sansa son aquellas niñas de la primera temporada (Foto Prensa Libre: HBO).

Tercos en el Norte, pero justificados. Obstinados desde la razón y la sabiduría. Determinantes pero atentos a escuchar, motivo por el que Arya negó el gesto de ser una mujer de varios rostros y decidió ser una Stark (o de llevar vestidos de gala) para estar con sus hermanos y salvar a la raza del hombre.

Obstinada también para abandonar la miseria y la sangre que marcó su camino. Fue suficiente, y fue un adiós a la posibilidad de ser una Clegane más. Arya podría convertirse en la verdadera salvadora de los oprimidos.

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Quien sí fue marcado por su destino, aunque finalmente por sus decisiones, fue Jon Snow, que jamás se sintió tan cómodo como más allá del muro, un lugar con la gente que le entregó la admiración por mérito propio.

Ganó múltiples batallas, se enfrentó a los peores rivales. Pero Jon Snow no fue un hombre de política sino de la gente, y falló en la hora final al asumir su rol como Targaryen. Tampoco fue del todo un Stark, porque dudó de esa determinación. No erró, sin embargo, en la intención de evitar el mal. Si alguien sabe lo que siente perder al amor en los brazos es Jon, sin importar el daño que implique

El destino y el guiño a la democracia

Jon Snow mantiene la nieve en su piel, mientras que Daenerys Targaryen vivió (y murió) con fuego (Foto Prensa Libre: HBO).

El rey es Bran Stark y no Daenerys Targaryen. La Reina de las Cenizas perdió la cordura, predestinada por la rudeza de Essos occidental.

Se venía trazando desde capítulos pasados y tardaron sus más leales consejeros en notarlo. Dany ganó la guerra, pero quedó finalmente sola.

Tyrion, el último Lannister, encontró alguna redención y estará destinado a ser la Mano del Rey como una manera de enmendar sus errores, aunque quedará ignorado por la historia y los libros.

Aunque estará rodeado de gente que finalmente le aprecia y le respeta por su innegable inteligencia. Davos, Bronn, Brianne y Sam formarán parte de un concejo marcado por el disenso pero en favor de la gente.

Tiene que ser un gesto a la diplomacia. Se rieron de Samwell Tarly al proponer que el voto popular eligiera un gobernante, pero no hubo un rechazo a la idea de elegir, en algún momento, al líder más capacitado desde los votos de un grupo de las personas más prominentes de los reinos.

Tyrion tendrá en sus manos cambiar el legado de los Lannister (Foto Prensa Libre: HBO).

Drogon quemando el Trono de Hierro fue una señal que obtener el respeto desde la fuerza es una manera antiquísima. Será la política, con fundamento democrático, la que marque la nueva era en Westeros.

Se marchó Drogon con el cadáver de Daenerys Targaryen hacia un destino desconocido. Porque en esa tierra ya no hay cabida, ni necesidad, para ese poder bruto. El mundo vio y no quiere saber más de la violencia.

En las redes sociales se leen múltiples quejas sobre la manera en que David Benioff y D. B. Weiss concluyeron Game of Thrones. Arcos destruidos, motivos innecesarios, recorridos insensatos… Pero no tiene que sorprender y no debería de molestar que los Stark se hagan cargo de los Siete Reinos.

Fue una narrativa cíclica que vino desde la creatividad de George R. R. Martin. Él sentó las bases para ver en los Stark un gobernante óptimo para cualquier época. El Juego de Tronos tuvo varios ganadores, pese a todo. Y hay que agradecer.

Brandon Stark, rey de los Seis Reinos (Foto Prensa Libre: HBO).

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