También le puede interesar
Padres que afrontan la discapacidad de un hijo para el que habían soñado una vida plena; hijos que deben encontrar en su rutina estresante un hueco para atender a padres que padecen una demencia; parejas que ven truncado su proyecto común cuando una enfermedad o un accidente cambian abruptamente el guión de sus vidas… .
“Afrontamos momentos de zozobra cuando un diagnóstico médico nos obliga a convertirnos en cuidadores y necesitamos urgentemente conocer cómo se hace eso, porque nadie nace sabiendo cuidar”, señala la psicóloga Marta Val, que ha dedicado su carrera profesional a las personas con discapacidad o en situación de dependencia, así como a sus familiares.
Val (Madrid, 1969) sabe de lo que habla porque no es solo una psicóloga con una carrera profesional brillante, sino que conoce la discapacidad de cerca desde la infancia y se ha tenido que enfrentar a su propia enfermedad neurodegenerativa y al cuidado de sus padres.
Esta psicóloga reivindica en su libro Aprendiendo a cuidar el papel del cuidador (“cuidadora, sería más correcto, porque son las mujeres las que asumen mayoritariamente este rol –opina-”) y señala que los meses que estamos viviendo con la pandemia hacen evidente, “ahora más que nunca, que todos tenemos que prepararnos para el momento en el que nos toque cuidar”.
Y aquellas personas que cuidan a un ser querido, pero también las familias, necesitan prepararse para una Navidad que este año será diferente, “por la presencia de la pandemia y la ausencia de personas queridas que esta se llevó, lo que nos va a obligar a contener la efusividad en las celebraciones”, señala a Efe.
Para evitar riesgos, esta psicóloga recomienda a los cuidadores y a sus familiares, “no estar todos en todo y graduar los encuentros en los diversos días festivos, teniendo encuentros más breves y menos numerosos, sin que por ello sean menos afectivos”.
A los familiares de los cuidadores en particular Val recomienda “olvidar la competición por ser protagonistas y enfocarse en quien durante 365 al año se responsabiliza de los cuidados de un ser querido, para que pueda disfrutar de un día de fiesta y sea reconocido por su labor”.
“Un modo de ‘cuidar a los que cuidan’ consiste, siempre que sea posible, en dejar por un día que la persona cuidadora que está siempre al pie del cañón se ‘escape’ momentáneamente de su responsabilidad y pueda relajarse compartiendo esa fecha con ‘su gente’, mientras la persona que requiere cuidados es acompañada por otros, ya sean familiares o amigos”, según Val.
Señala que, además de romper la rutina y evitar el tedio, los festejos son una excelente oportunidad “para que la persona dependiente y la cuidadora puedan participar, en la medida de lo posible, en la planificación de las fiestas navideñas para generar ilusión y tener la seguridad de que todo saldrá bien”, indica.
Es aconsejable intentar superar el aislamiento que favorecen las situaciones de dependencia, tanto en la persona dependiente como de quien le cuida, vencer la pereza que surge del cansancio del día a día y generar ilusión y planificar los detalles adecuada y anticipadamente, para poder disfrutar de las de una Navidad sin ansiedad.
“Y algo ¡muy importante!: si la persona dependiente no está cómoda en las celebraciones, quien la cuida tampoco lo estará”, enfatiza Val, que traslada a Efe algunas claves y reflexiones para que, tanto unas como otras, puedan disfrutar en momentos especiales del año.
Niños con necesidades especiales
“En general, disfrutarán de las fiestas navideñas con la familia y hay que hacerles partícipes de la decoración o elaboración del menú, aunque solo sea poner algún aperitivo, ya que para ellos, como para todos los niños, será muy motivador”, sugiere Val.
“Para que todo vaya bien hay que evitar los sobresaltos y que las sorpresas sean sólo los regalos. Es importante que conozcan de antemano quienes asistirán y cómo se desarrollará la celebración. Si cada año mantenemos una rutina que el niño conozca, nos aseguraremos el éxito”, recalca.
Personas con dolencias neurodegenerativas
“Las personas con estas enfermedades suelen tener fluctuaciones y, aunque el lugar esté libre de obstáculos, el menú sea adecuado para evitar atragantamientos o interferir con la medicación o la reunión sea en horas cercanas a las de mejor rendimiento del enfermo, quizá ese día se haya levantado con mal pie”, advierte.
“Si es así, hay que improvisar un villancico junto a su sillón o a su cama pero, sobretodo, evitar que sienta que la fiesta se detiene por su estado”, advierte.
Personas con movilidad muy reducida
“Garantizar la accesibilidad es clave. No todos los espacios están preparados para acoger el aparataje que acompaña a quien no se mueve por sí mismo, por lo que es esencial conocer el espacio donde celebraremos los festejos navideñas por anticipado”, señala Val.
Apunta que juegos, regalos y decoración deben estar al alcance de la vista de la persona con dificultades, quien debe tener la posibilidad de participar igual que todos los asistentes.
“Además, la persona con dificultad de movilidad debe disponer de un menú adecuado que pueda degustar, por lo que habría que procesar su comida anticipadamente si fuese necesario”, añade.
Personas con enfermedades mentales
“Si para la mayoría de nosotros romper la rutina por unos días puede ser ilusionante, para estas personas conlleva un riesgo de alterar su respuesta a los tratamientos que deben seguir”, advierte.
Para disfrutar de estas fechas sin malas consecuencias, esta psicóloga aconseja evitar los ingredientes excitantes como el alcohol o el café, o los excesos de otros como el chocolate, y dejar para otro día la invitación “a esos familiares o amigos que incentivan los altercados emocionales”.
Ancianos
“Para las personas mayores la Navidad cobra una especial trascendencia, ya que es momento de reencuentros con hijos y nietos y de homenajear a quienes ya no están, por lo que no hay que dejar de celebrarlas, contando con el espíritu de responsabilidad y la ayuda de todos en esas fechas”, señala Val.
“La Navidad es tiempo de disfrutar de la familia y de relajarnos cuanto podamos, sobre todo la persona cuidadora, y un tiempo para pasarlo bien y, quizás, de permitir a los mayores que cometan algún exceso, ya que ¿qué puede pasar si ese día nos saltamos la dieta?, ¿y si nos tomamos una copa de champán o trasnochamos?”, concluye.