Endometriosis y dieta
Aunque cada vez son mayores los esfuerzos por comprender los factores que provocan la endometriosis, quedan muchas incógnitas por resolver. A menudo no se diagnostica correctamente y los tratamientos actuales suelen basarse en la administración de analgésicos, para minimizar el dolor, y de hormonas, que pueden llevar consigo diferentes efectos negativos.
Paralelamente, cada vez cobran más relevancia las repercusiones que tienen nuestra dieta y estilo de vida en la salud. En las redes sociales se expande como la pólvora el fenómeno real fooding, que se centra en disminuir el consumo de productos ultraprocesados, apostando por la mejora de la salud a través de una alimentación saludable. No obstante, aún son pocos los estudios disponibles que relacionen directamente el potencial efecto beneficioso de los compuestos bioactivos de la dieta con la endometriosis.
En este contexto, las brásicas, como el brócoli, son unos interesantes candidatos a tener muy en cuenta a la hora de establecer una dieta beneficiosa para la salud de las pacientes con endometriosis. Estos vegetales contienen una gran abundancia de compuestos con propiedades estimulantes de la salud, como son los glucosinolatos y sus derivados bioactivos, los isotiocianatos. Además, varias rutas de señalización celular relacionadas con los procesos inflamatorios son dianas clave de estos compuestos.
Compuestos activos del brócoli y su actividad antiinflamatoria
Uno de los isotiocianatos más estudiados es el sulforafano (SNF), derivado de la glucorafanina, conocido por su capacidad de atenuar, bloquear y revertir diversas actividades del metabolismo celular. En concreto, se ha observado que el SFN es capaz de unirse al factor de transcripción Nrf2, que regula la transcripción de genes relacionados con la respuesta antiinflamatoria. Además, el SFN es capaz de disminuir la capacidad de unión del factor NFκB a genes relacionados con la respuesta inflamatoria, reduciendo así la producción de interleucinas proinflamatorias, como el TNF-α.
Aunque no hay estudios concluyentes en mujeres con endometriosis, un estudio realizado en ratas demostró que la administración de SFN en estos modelos atenuaba los síntomas de endometriosis.
En el brócoli también se encuentran abundantes concentraciones de glucobrasicina, un glucosinolato cuyos productos de degradación son el indol-3-carbinol (I3C) y el 3,3-diindolilmetano (DIM). Pues bien, se ha visto que el I3C también es capaz de estimular positivamente al factor de transcripción Nrf2, disminuyendo así la respuesta inflamatoria. Con respecto al DIM, su principal diana es la ruta de señalización NFκB, lo que se traduce en la disminución de la producción de las citocinas proinflamatorias TNF-α e IL-6 y de prostaglandinas.
Lo que resulta interesante es que un estudio preclínico realizado en 2018 analizó los efectos del DIM en combinación con dienogest, una progestrina comúnmente prescrita como tratamiento en la endometriosis. Tras tres meses de administración, las voluntarias presentaron una considerable disminución en el dolor abdominal asociado a la endometriosis.
La alta presencia de estos compuestos en el brócoli y otros vegetales de la misma familia, como la col lombarda o el repollo, indican que estos son buenos candidatos a incluir en la dieta de estas pacientes por sus efectos antiinflamatorios.
La importancia del cocinado
No obstante, conviene tener presente que los métodos de cocinado del brócoli influyen enormemente en el contenido de glucosinolatos y su conversión a isotiocianatos. Cocinarlo al vapor, en el microondas o salteado son las opciones que mejor preservan estos compuestos, además de proporcionar un sabor menos agrio y más pungente. Por el contrario, hervirlo o escaldarlo hace que los compuestos bioactivos, y sus productos de degradación, se extraigan de la matriz alimentaria y se queden en el agua.
Hoy en día, pues, hay suficientes indicios para pensar que el brócoli y sus compuestos bioactivos puedan ser tenidos en cuenta en el tratamiento de patologías con un componente inflamatorio como la endometriosis. No obstante, sigue siendo necesaria una mayor investigación en estos ámbitos dietéticos y nutricionales, así como una mayor visibilización de la enfermedad para que deje de ser una desconocida para la sociedad.
*Antonio J. Ruiz Alcaraz, Profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB, Universidad de Murcia; DIEGO ÁNGEL MORENO FERNÁNDEZ, Investigador Científico de OPIs en CEBAS-CSIC, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC); lyepes@cebas.csic.es, Estudiante de doctorado, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC); María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález, Profesora Titular de Inmunología, Universidad de Murcia; Maria del Pilar García Peñarrubia, Catedrática de Inmunología, Universidad de Murcia; Micaela Carvajal Alcaraz, Profesora de Investigación, Directora del grupo de Aquaporinas., Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) y Paula García Ibáñez, Estudiante de doctorado, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.