“El objetivo de estos grupos es no solo llevar a los migrantes, sino hacerlo lo más rápido posible —porque— ya no les interesa la persona, sino que los ven como mercancía, y entre más rápido se deshagan de ellos, mejor”, apunta Colop.
Las bandas “se benefician de esa necesidad de migrar”, afirma Colop, quien expone que, de acuerdo con los casos que se han investigado hasta el momento, las redes operan de forma regional y en coordinación con bandas no solo de
México, sino también de El Salvador y Honduras.
Estas estructuras se componen básicamente de un líder; un coordinador, que controla las finanzas; colaboradores, encargados del traslado de migrantes, y en algunos casos de reclutarlos; transportistas y cuidadores.
Lo que mi esposo ganó en un año que estuvo en Estados Unidos sirvió para pagar solo parte del capital del préstamo. Cuando fue deportado, ya no teníamos dinero y por poco perdemos la casa.
Convencen a los jóvenes
Quetzaltenango es uno de los departamentos en donde las bandas de tráfico de personas hacen de las suyas. De San Juan Ostuncalco migró Claudia Patricia Gómez, la joven migrante que fue ultimada por un agente de la Patrulla Fronteriza el pasado 23 de mayo.
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Un líder comunitario de San Juan Ostuncalco, que pidió no ser mencionado, indicó que en ese municipio los coyotes son buscados por los jóvenes para que los lleven a EE. UU. Aseguró que muchos de ellos no tienen recursos, pero que venden sus pertenencias e incluso piden a los padres que hipotequen la casa o un terreno para pagar el viaje.
El precio puede variar, desde Q70 mil hasta Q100 mil, de acuerdo con la ruta que el migrante escoja o las “comunidades” del viaje. El líder comunitario confirma que hay prestamistas que al saber que alguien quiere viajar se ofrecen para financiar el pago del coyote. “Son prestamistas informales que dan dinero sin mayor papeleo o solo apalabrado”, comenta, al mismo tiempo que lamenta que aquellos que no pasan a EE. UU. son los que más sufren al regresar.
El alcalde de San Juan Ostuncalco, Juan Aguilar, confirmó que hay gente que presta Q100 mil y se va cuatro o cinco veces pero no pasa, y cuando regresa tiene que vender su casa. “Esa es la triste realidad, porque quedan peor que cuando estaban antes de irse”, subrayó.
Añadió que la mayoría de personas se dedican a la agricultura, especialmente a la producción de papa, actividad que ya no es rentable, y cuando genera pérdidas el Gobierno no otorga subsidios, “como sí lo hace con el café”.
Al tratar de explicar por qué los jóvenes migran pese a los riesgos y costos, el jefe edil considera que lo hacen al ver que otras personas lo han logrado, y piensan “yo también voy a hacerlo”.
“Acá tiene mucho que ver la psicología”, afirma el líder comunitario. “La gente está convencida de que se le hará el sueño americano y asegura que lo gastado lo recuperará en dos meses; es difícil detenerlos”, añade.
132 capturas de integrantes de bandas de tráfico de personas se han efectuado desde el inicio de las investigaciones, según el MP.
Son buscados
Las redes de tráfico funcionan de manera similar en Huehuetenango, uno de los departamentos desde donde más guatemaltecos migran a EE. UU. En esa área también han proliferado prestamistas que dan dinero a los que tienen la intención de viajar con tasas de interés altísimas y que piden propiedades como garantía.
Un viaje puede costar hasta Q60 mil, al igual que en Quetzaltenango, depende de las rutas a utilizar; además, ?garantizan que el migrante llegará sano y salvo hasta el país del norte.
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“Quienes no lo logran, llegan a perder hasta lo que no tienen”, asegura Francisco Rocael Mateo, coordinador del Consejo de Pueblos Poptí.
Líderes de varias comunidades aseguran que los traficantes de personas son conocidos porque son prósperos, tienen abundantes propiedades, lujos, vehículos y poder adquisitivo.
En Huehuetenango, a los coyotes también se les conoce como “polleros”. Algunos ofrecen recibir el pago fraccionado, 50 por ciento al inicio y el resto al llegar el migrante a su destino, pero no todos operan así.
Mateo afirma que si los migrantes no logran pasar, en muchos casos los coyotes se quedan con sus propiedades, desde terrenos hasta viviendas, las cuales dejan empeñadas como garantía de que pagarán.
Un migrante afectado originario de Nentón, quien habló bajo la condición de que no se revele su identidad, confirmó que las prácticas de despojo son comunes. Quienes no llegan a Estados Unidos pierden sus propiedades dejadas en garantía, y prefirió no responder si él había perdido algún inmueble.
3 bandas de tráfico de personas operan a nivel regional, entre México, El Salvador, Guatemala y Honduras.
Sostiene que las redes de coyotes los trasladan en diversidad de transporte, desde autobuses y vehículos particulares hasta furgones, y luego los alojan en casas de seguridad donde les toca esperar incluso semanas hasta que llega el momento de cruzar la frontera sur de Estados Unidos.
Al igual que los miles de migrantes que viajan hacia EE. UU., afirma que no importan los peligros de ser secuestrados, extorsionados o deportados, porque la pesadilla de la pobreza los empuja a emprender el viaje y apostarlo todo.
Historias de drama
El día en que Carlos* se quitó la vida muchas cosas pasaban por su mente (seguro) como el día que llegó a Patzún, Chimaltenango, o el momento en que decidió entregar su casa y terreno en garantía por un préstamo de Q80 mil que le serviría para hacer un viaje a Estados Unidos que nunca se concretó.
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Carlos trató de llegar a ese país tres veces; esa cantidad de intentos incluía la oferta que le hizo el coyote cuando lo contactó. Le vendió la idea de que el viaje sería fácil, que incluía transporte, el “brinco” (ingreso a EE. UU.), sobornos a las autoridades mexicanas y que pronto, en dos o tres semanas, estaría en Estados Unidos, el país de la prosperidad y las oportunidades y donde él haría realidad todos sus sueños.
El migrante, de 24, años fue detenido las tres veces, su sueño se convirtió en pesadilla y pasados unos meses se vio de vuelta en Patzún, sin dinero, sin su terreno, sin propiedades (porque se las quitaron los prestamistas), con deudas y con la enorme carga de que su esposa y su hijo seguían en pobreza y con escasas posibilidades de salir adelante.
La historia de Carlos revela en pocas líneas el cruel y dramático final de muchos guatemaltecos en la provincia que, aunque no llegan al extremo de suicidarse, lo apuestan todo a cambio de llegar a EE. UU.
Aunque el suicidio de Carlos ocurrió hace algunos años, pobladores consultados coinciden en que los engaños de bandas que se dedican al tráfico de personas en Patzún siguen, aunque no con la misma intensidad de antes, porque la gente se ha enterado de los padecimientos de decenas que fueron engañados y también perdieron sus propiedades.
Rodrigo* es otra víctima de las redes de coyotes. Ocupado en su negocio que ahora tiene, se niega, en principio, a hablar con nosotros. “La verdad es que no tengo tiempo, estoy trabajando”, comenta, aunque al fin accede a contarnos cómo fue estafado.
El coyote le dijo que viajar a EE. UU. le costaría Q60 mil más intereses. En total, la deuda llegó a Q150 mil. Cuenta que logró llegar al norte, estuvo un año y fue deportado. “Prácticamente solo fui a ganar para pagarle al coyote”, se lamenta, mientras sigue concentrado en sus quehaceres.
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Asegura que el coyote le dijo que el monto de Q60 mil incluía tres intentos y el traslado por México, y que no debía preocuparse por las autoridades migratorias en el vecino país porque ya estaba todo arreglado; sin embargo —luego de hacer una pausa— recuerda el sufrimiento que pasó en los viajes que hizo: hacinado en pequeños buses y caminatas eternas a través del candente desierto.
Clarisa*, una mujer también de ese municipio, cuenta que su familia se endeudó para que uno de sus integrantes viajara a EE. UU. “Los Q5 mil que mandaba mes a mes solo servían para pagar los intereses del préstamo y nada de capital”, recuerda esta afectada, quien narra que un prestamista les hizo firmar documentos en blanco que daban como garantía una propiedad.
Añade que el préstamo que hicieron fue de Q50 mil y había dado en garantía una vivienda que casi pierden, porque la deuda con intereses casi llegaba a Q300 mil. Clarisa cuenta cómo es que los reclutadores operan.
“Los intermediarios dicen que en menos de un año pagarán la deuda y que harán su casa… Todo color de rosa, y al final, no hay nada”, dice Clarisa. Recuerda que los reclutadores llegaban y le decían a su esposo: “Hacé el viaje, tu casa vale para que dos o tres personas se vayan”.
Uno de los hijos también estuvo tentado a irse y le decía: “Mamá, el coyote dijo que la casa era para dos, yo me voy a ir a Estados Unidos”, pero ella lo convenció de que se quedara a estudiar en Guatemala.
Según las investigaciones, explicó el fiscal contra la Trata de Personas, en algunas regiones se ha establecido que las redes de tráfico de personas cuentan con “colaboradores” encargados de reclutar a potenciales viajantes, aunque aún no se determina si estas bandas tienen relación con el despojo de propiedades.
¿Cuál es la motivación?
Judith Erazo, investigadora del Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (Ecap), explica que la motivación principal de los jóvenes que deciden migrar a EE. UU. es económica, que está ligada a un factor cultural, principalmente en las áreas rurales del país.
Erazo afirma que los jóvenes conocen los riesgos que enfrentan al viajar de manera ilegal, incluso hay casos en que los migrantes tienen familiares desaparecidos, pero la religión juega un factor fundamental en la provincia, principalmente en las áreas rurales, porque, a pesar de los riesgos enormes piensan “Dios nos protegerá”.
Para la psicóloga, la explicación de por qué los jóvenes migran pese a los riesgos es simple, pues lo hacen cuando ven que aquellos que envían remesas mejoran su vivienda y cambian su estilo de vida, puesto que mandan un promedio de US$300 a la semana, casi Q9 mil al mes.
Deportados sufren
La experta afirma que el impacto psicológico de aquellos que son deportados es “fuertísimo”, debido a que en las comunidades rurales consideran una vergüenza el que no hayan logrado pasar; además, “son vistos como perdedores, chambones o fracasados”, explica Erazo, por lo que tratan de ocultarlo.
En cambio, el que ha regresado después de años de vivir en EE. UU. y trae automóviles y dinero es valorado por la comunidad y se le considera un ganador, alguien con otro estatus.
En el caso de las mujeres, es peor, afirman Erazo, pues se da por hecho que fueron violadas. De hecho, según estadísticas de Unicef, 7 de cada 10 mujeres adultas o niñas sufren algún tipo de abuso, apuntó.
Suicidios
Erazo afirma que un deportado que pierde sus propiedades y al regresar no tiene nada, puede correr el riesgo de caer en depresión y llegar al extremo de quitarse la vida (como el caso de Carlos, el joven de Patzún).
“Se encuentran en una situación familiar sin salida y la sensación de que por su culpa están peor que antes, y a veces la familia les reclama”, indica la psicóloga.
*Nombres supuestos
Judit Erazo, investigadora del Ecap, afirmó que conocieron un caso en Nebaj, Quiché, donde una familia envió a EE. UU. a uno de sus hijos, de 16 años.
Para ello, un prestamista pagó los Q70 mil que cobró el coyote.
El joven fue deportado después de varios intentos, y como no tenía con qué pagar, ahora trabaja para el prestamista sin cobrar salario. “El chico está ahí. Trabaja y trabaja, y no le pagan. Le dijimos a la familia que eso es esclavitud laboral, pero argumenta que es la única forma que tiene para pagar la deuda”.
El prestamista tiene un terreno donde pone todos los días al joven a hacer tareas de agricultura o albañilería.
“Son Q70 mil más intereses. Imagínese cuánto va a pasar trabajando”, se lamenta Erazo.
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