IDEAS
¿Sirve de algo trazarse objetivos?
El fin de un año y el inicio de uno nuevo siempre se prestan para reflexionar sobre los objetivos que logramos alcanzar y los que no, así como ponernos nuevos retos, nuevos objetivos. Este fin de año de seguro no será diferente, aunque si les hacemos caso a las estadísticas, la mayoría deliberará sobre los objetivos que no alcanzó. Lo que a algunos de seguro les llevará a la errónea conclusión de que no sirve de nada trazarse objetivos.
Aquí se manifiesta un problema usual en el análisis que hacen muchas personas al no buscar la raíz de los problemas y quedarse simplemente en las hojas o a lo mucho en las ramas. La evidencia empírica indica que apenas un quince por ciento de las personas logra alcanzar los objetivos que se traza. Los que se quedan en las hojas concluirán entonces que no vale la pena trazarse objetivos, ya que casi nadie los alcanza.
Si se profundiza en el problema se encontrará que si bien es cierto trazarse objetivos es un requisito indispensable para avanzar en la vida —para alcanzar aquello que anhelamos— no es suficiente. Este apenas es el primer paso, importante porque sirve para trazar el camino a seguir, pero solo es el punto de partida y el que nos indica qué ruta tomar. La mejor ilustración que he encontrado a este respecto es el famoso diálogo entre Alicia y el gato —en Alicia en el país de las Maravillas—, en donde ella le pregunta qué camino tomar y el gato le inquiere a dónde quiere ir. Cuando Alicia le contesta que no sabe a dónde va, el gato le responde que entonces cualquier camino es bueno. En otras palabras, para llegar a alguna parte, primero se debe saber a dónde se va.
El secreto no está tanto en trazar la ruta a seguir, como en caminarla. Y aquí es donde la mayoría no logra alcanzar sus objetivos, ya que para ello se necesita una de las virtudes más difíciles de practicar: la disciplina. Podemos filosofar mucho sobre ella pero al final no es más que la decisión que tomamos cada día de hacer aquellas cosas que sabemos que nos acercan a nuestro objetivos —por difíciles, aburridas, molestas, fastidiosas o cansadas que sean—. No hay de otra. Aunque en general disfrutemos lo que hacemos y las metas que queremos alcanzar, siempre encontraremos en el camino situaciones y tareas difíciles que preferiríamos esconder bajo la alfombra y no enfrentarlas. Evadirlas nos va a alejar de nuestros objetivos y llegará el momento en que simplemente tiraremos la toalla y hasta nos olvidaremos de ellos —hasta el siguiente año—. Por ello, para alcanzar nuestros objetivos es importante que nos armemos del coraje necesario para enfrentar todas las adversidades que se presenten.
No hay grandes secretos ni una mítica piedra filosofal para alcanzar el éxito y lograr nuestros objetivos. Todo se resume en trabajo y disciplina aplicados inteligentemente en la consecución de nuestros objetivos. Por supuesto que existen muchas técnicas que le pueden facilitar alcanzar sus objetivos, siendo las principales aquellas que le lleven a formar hábitos alineados con ellos, pero aun estas requieren disciplina y trabajo para implementarlas y volverlas parte de sus procesos diarios.
Así que no nos engañemos a nosotros mismos. El problema no son los objetivos que nos tracemos, sino si estamos dispuestos a pagar el costo para alcanzarlos. Esa es la gran diferencia que al final separa a aquellos que alcanzan sus objetivos de los que no. Lo que es una gran paradoja porque si bien tiene costos alcanzar sus objetivos, no alcanzarlos también los tiene, y quizá mayores, lo que pasa es que para ello no se requiere disciplina. ¿En qué grupo quiere usted estar?
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