Revista D

La historia crea identidad

Elegante, amable y con cierta timidez. Así es Magda Silvia Aragón Ibarra (1956), quien tiene profundos conocimientos sobre la historia y geografía de Guatemala. Entre sus estudios más sobresalientes están: Los informes de jefes políticos como fuente histórica (1995) y El papel de los jefes políticos en la formación del mercado nacional (1995).

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En sus investigaciones se encuentra información sobre diferentes administraciones gubernamentales, entre ellas relativas a Jorge Ubico, quien llevaba un orden estricto de sus actividades. “El dictador estaba bien informado sobre lo que sucedía en el país en los ámbitos político, económico y educativo”, refiere. “Aunque, por supuesto, no estoy de acuerdo con los métodos represivos que aplicó”, aclara.

Según Aragón, en Guatemala persiste el problema de que la historia se aprende según las “versiones oficiales”, por lo que se tiende a obviar “la otra cara de la moneda”.

La historia se aprende de acuerdo a la versión de quien la escribe. ¿En Guatemala existe alguna tendencia específica?

Existe una visión liberal, ya que la educación pública se organizó principalmente durante los gobiernos de esa corriente de finales del siglo XIX.

De esa cuenta, se resaltan las fechas y los hechos de ciertas personas, por ejemplo los próceres de la Independencia. Recuerdo que en mi niñez me pedían que memorizara sus nombres simplemente porque “estaban a favor de la separación de España”, pero no brindaban más detalles. Lamentablemente, eso todavía pasa, porque es lo que transmiten los libros de texto “oficiales”, y los maestros se rigen a eso.

Entonces, ¿no hay espacios que fomenten la discusión para formar nuevos criterios sobre el pasado?

No, no hay nada de eso. En Guatemala, por ejemplo, uno aprende los hechos de la Conquista a partir de la visión de los españoles, pero no desde el punto de vista de los pueblos indígenas. Lo que siempre se debería hacer es buscar las diferentes versiones de un suceso. De esa forma, cada quien puede formarse su propia concepción del mundo.

¿Ha habido algún cambio en la forma en que se imparten los cursos de Historia?

Ligeramente a partir de la firma de los acuerdos de paz, en 1996, pues las instituciones educativas se comprometieron a brindar una visión más apegada de los hechos. Sin embargo, desde finales del siglo XIX, se ha mantenido la misma línea, la cual cambiará hasta que los maestros tengan una formación más amplia.

Y que los libros de textos brinden más versiones.

Claro, pero aquí surge otro problema. Sucede que hay algunos textos muy buenos, pero los maestros no los emplean porque sienten que son difíciles, ya que carecen de guías de estudio.

¿Esas carencias educativas las ha percibido en las aulas universitarias?

Sí. La mayoría llega mal preparada. En la Facultad de Ingeniería de la Usac he impartido el curso Social y Humanística con un libro de historia para tercero básico. Pero, ¿qué cree? ¡A los estudiantes les resulta difícil! Entonces sí hay deficiencias en la formación académica.

¿Por qué es necesario saber de historia?

Porque crea identidad y sentido de pertenencia. Se debe conocer sobre la trayectoria de nuestra sociedad, de dónde venimos, qué logros hemos tenido, qué problemas afrontamos. Eso contribuye a sentar las bases de nuestro presente. Hay una dicho famoso y cierto: “Quien no conoce la historia está condenado a cometer los mismos errores”.

Una de sus áreas de especialidad es la geografía. ¿Qué importancia tiene dominar ese tema?

Permite conocer el territorio en cuanto a sus recursos humanos y naturales, por ejemplo. Con esa información parte la planificación de los proyectos de desarrollo.

Para recopilar información histórica y geográfica resulta vital la consulta de lugares como el Archivo General de Centro América. ¿Qué impresión tiene de esa fuente de investigación?

Los documentos se han conservado de buena forma, pero falta llegar a las condiciones ideales. Claro, hay que tener en cuenta que el Estado le asigna pocos recursos a su funcionamiento.

¿Por qué cree que los gobiernos guatemaltecos muestran poco interés en la conservación de la documentación histórica?

Porque, en general, la gente piensa que se trata solo de papeles viejos, pero esa concepción debe cambiar.

Otra de sus áreas de especialización es la Restauración de monumentos. ¿Cómo percibe el cambio que ha tenido el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala?

Ha sido lento; aún así, lo veo bonito y bien encaminado. De momento, lo más visible es el Paseo de la Sexta, pero debe haber un remozamiento más integral; el cambio debe extenderse más allá.

¿Cree que hay más gente que visita la zona 1?

Sí, hasta cierto punto, pero creo que muchos aún tienen la sensación de que los van a asaltar. Pero bueno, es que aquí en Guatemala a uno lo pueden asaltar en cualquier lugar.

Al menos en el Paseo de la Sexta ya se puede caminar con más tranquilidad, como cuando era joven e iba a “sextear” para comprar, socializar o comer. Por eso veo positivo que se rescate el Centro Histórico.

¿Qué opina del estado de los monumentos históricos del país?

Hay un caso que me dio mucha lástima. Se trata de la Iglesia de la Santísima Trinidad de Chiquimula, más conocida como Iglesia Vieja. Esa estructura, de gran belleza, la empezó a emplear la gente como objeto de tiro al blanco. Estaba llena de agujeros, por los impactos de las balas. El Instituto Nacional de Antropología e Historia la restauró pero, a mi criterio, mal. Hoy tiene una fachada nueva, pero ese no es el objetivo de la restauración.

¿Cuál es?

Es detener el proceso de deterioro de un inmueble, pero que a la vez permita ver el paso del tiempo.

¿Qué piensa de la designación de Guatemala como Capital Iberoamericana de la Cultura 2015?

La veo comercial; muy superficial. Fuera de nuestras fronteras se ha creado una buena campaña publicitaria, la cual, es cierto, atrae al turismo y mueve la economía. Pero aquí, en el país, no se fomentan las actividades culturales como se debería.

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