Juan Carlos Lemus @juanlemus9

Juan Carlos Lemus

NOTAS DE Juan Carlos Lemus

Las personas no emigran porque quieran viajar y conocer Estados Unidos, pasarla bien y comprarse tenis. Se van de este país huyendo de la muerte. Esto es algo difícil de entender para ciertos capitalinos acostumbrados a las “comodidades” esclavizantes de las áreas urbanas. A muchos les parece imposible que alguien no tenga oportunidades de trabajo.
Era difícil sobrevivir a la escuela. Parecía que después de la primaria con su carga estudiantil y el dominio de los más fuertes sobre nosotros, los más débiles, no había nada más que soportar. Era suficiente peso, se suponía, pero lo más difícil siempre está por venir.
La clase de personas que dirigen este país han de robarse los antisalpicaderos que se instalan en el fondo de los mingitorios. Han de meterse en los calzoncillos y calzones las pastillas de patitos azules de los inodoros del Congreso, de las oficinas ministeriales, del Vaticano. Tal es su nivel. Lo que está sucediendo en Guatemala es monstruoso. Abominable. El presidente Jimmy Morales representa la calamidad pública. Obligado por mandato constitucional a ser el representante de la unidad nacional, es lo contrario, el que divide.
Hizo época. Cada cual, su circunstancia. Desarrolló el periodismo social, o de sociedad, para ser preciso. Ese periodismo que también deja evidencia de las cicatrices sociales. Los cocteles de bienvenida, las despedidas en los aeropuertos de antes, las rifas y fiestas demuestran el comportamiento de un segmento; son cuadros de costumbres en fotos; a veces, constancia del arribismo. Gente bien, medio bien, mal o muy mal que hoy está en una inauguración y mañana en la cárcel.
Como muchos, me emocioné con el video en el que el estudiante nicaragüense Lesther Alemán encara a Daniel Ortega. Uno se proyecta en lo que quisiera hacer con sus despojos de gobernantes. La verdad, tras la emoción sentí desconsuelo. La razón es que en sociedades como la nuestra celebramos como extraordinario lo que debiera ser normal.
Uno. Los guardias de seguridad que trabajan en las garitas de espacios habitacionales viven expuestos a los gritos, insultos, malos modos de hombres y mujeres, señoras y señores que se creen residentes exclusivos o visitantes distinguidos. Juntos van la fantasía del poder y el arribismo. Personas hay que tratan a los guardias con desprecio. Por ahí he escuchado: “Apurate, vos, que no tengo tu tiempo”.
Los crímenes de El Búcaro son una desgracia nacional, pero como las asesinadas eran cuatro personas comunes y corrientes, no mujeres de un gremio importante; como habitaban espacios donde la violencia es una experiencia, un escenario para fotos, tema de sobremesa, entonces, para el gobierno no pasa nada y corre su foco hacia otro punto en el que hay protestas “en favor” del fantoche Morales.
Este es un modesto homenaje a Bertolt Brecht, porque se hizo esta pregunta: “En los tiempos sombríos ¿se cantará también?”.
Cuando se nos pone delante algo que nos disgusta, pero que ya sabíamos; cuando lo que intuíamos más lo que íbamos evidenciando se nos descubre frente a los ojos, es ingenuo sentir sorpresa. A muchos no nos extraña que los empresarios se hayan asegurado el poder financiando ilícitamente a los partidos políticos. Es lo que se ha venido denunciando hace rato. Lo sorprendente es que muchas personas no lo creyeran. Desconcierta todavía más la forma en que los empresarios piden -por cierto, ni siquiera “ofrecen”- “piden” una disculpa al país.
Uno se pregunta de dónde sale tanta valentía. O dependiendo hacia donde dirija la mirada, se pregunta de dónde sale tanta maldad. Ambas preguntas pueden hacerse en la Torre de Tribunales viendo a la familia Molina Theissen y a los acusados de haber desaparecido al niño de 14, Marco Antonio, y de haber torturado cruelmente a su hermana Emma Guadalupe, hace 37 años.