Juan Carlos Lemus @juanlemus9

Juan Carlos Lemus

NOTAS DE Juan Carlos Lemus

No sé usted, pero yo tengo días en los que quisiera prestar atención a otros asuntos que no sean la política ni los problemas de este país, y de repente, la realidad emerge de cualquier espacio como un ave de conciencias que sale a picotear. Ayer, por ejemplo, me puse a leer una historia muy bonita sobre un leñador que era muy eficiente; tanto lo era que por estar cortando árboles no tenía tiempo ni siquiera de afilar su hacha y por eso se volvió un leñador inútil. Sin relación alguna, al finalizar la lectura, me hice esta pregunta: “¿Qué se sentirá tener un presidente?, pues en Guatemala no lo tenemos. Morales es ilegítimo”. Una disrupción, lo sé, un decurso violentado por la vida real, pues nada tiene que ver la historia leída con lo que me cuestioné. Sucede.
Un amigo mío, pintor ya fallecido, decía “sentir” que el niño desnudo del Monumento a la Madre instalado en la avenida Reforma pasaba frío durante las noches, en especial, en las heladas de diciembre y enero. No se rían de su buen corazón, pero me contó que en una ocasión se obsesionó tanto con ello que salió a media noche con una sábana y la intención de arrojársela encima al niño de piedra. Cuando estuvo frente a la escultura de la madre cargándolo no se atrevió a hacerlo y regresó a su apartamento con esa sensación de ser un sensiblero y un insensible al mismo tiempo; o lo que es lo mismo, un loco de atar y reducido social en una sola persona que camina confusa, de madrugada, por la Reforma.
Se aproxima la gran renovación carismática del pensamiento: Enero, el Gran Emprendedor de Dalí. Este parto decembrino está por dar a luz un hijo talla 2018. Es un alumbramiento atendido por un compadrón. No hay comadrona que pueda con ese señor que está por parir doce niños. El compadrón es un partero que nos dice vomite, señor, vomite, para regurgitar un salmo a la salud del hemisferio nacional. Las fiestas nos vuelven locos. Es evidente.
Se hizo común comparar a un país con otro para denigrarlo, para meter miedo a sus habitantes. Son cotejos burdos como cuando los malos maestros comparaban a los alumnos ejemplares con los apestados; o cuando los padres inconscientes parangonaban al hijo haragán con el primo estudioso, o a la hija con la vecina recatada. El malo era, por supuesto, el desobediente; el otro, servil.
La TGW, radioemisora del Estado, transmite el programa de un motivador de esos lanzallamas de mensajes que se ha dado en llamar “positivos” y son como galletas de la suerte: “Tú puedes”, “no te quejes”, “de ti depende”, “no culpes a los demás”.
Éramos en la mesa tres vejetes y un treintañero. Terminamos hablando de que el capitalismo destroza este país y dice que es culpa del socialismo. Bebiendo café, discutimos temas que solo se hacen presentes en países subdesarrollados, como la desigualdad de oportunidades, la corrupción y lo cretino de la persona que firmó como presidente de la República.
Las aves que cruzan el firmamento, dejan señales. La basura en las calles arroja indicios. Todo granizo, algo dice. Si el despachador de gasolina nos advierte que la bomba está en cero, es porque en otras gasolineras se la han robado. Cuando en un país hay rótulos que advierten: “Revise su producto antes de retirarse”, es porque algo anda mal.
Cuentan que allá en Kandajistán hay un chat en el que todos los integrantes son especiales. Entre los del grupo se elogian y se envían bendiciones, los tres tiempos. Bendiciones, se dicen al amanecer. Kandajistán es desordenado y pobre, pero cuelgan un bello paisaje nórdico, alemán o chino. Buen provecho, se dicen al mediodía, bendiciones; y por las noches, se envían fotos de los platos que se comen, para cerrar con una alabanza nocturna.
Algo sucede en el mundo, que lo gobierna gente desquiciada. Lo insostenible se hizo normal. El pequeño Calígula moderno Silvio Berlusconi, que no fue alcanzado por la justicia y salió libre de sus aventuras con menores de edad, que impulsó leyes racistas contra “delincuentes extranjeros”, fue famoso por sus pretensiones de playboy; se le ve en YouTube comiéndose lo que se saca de la nariz. Trump, Rajoy, Peña Nieto, Temer, Daniel Ortega… Saparmurat Niyazov, exdictador de Turkmenistán, mandó erigir una estatua con su imagen hecha de oro y material de meteorito; y cambió el nombre a unos meses por el suyo y el de su madre.
La pieza es muy hermosa, no vamos a negarlo. Viene en su estuche. Los colores rojo y negro fueron resaltados con algún aceite que hace de las herramientas más groseras verdaderas obras de arte. El tamaño es el ideal porque es fuerte como un taladro de albañil, pero al mismo tiempo sus pocas libras permiten usarlo durante una hora sin que la mano se canse.