De acuerdo con Carolina Aguilar, nutricionista, los radicales libres son las moléculas responsables de alterar los sistemas biológicos que provocan enfermedades o aceleran el envejecimiento. “Una definición más científica es que los radicales libres son átomos inestables y reactivos que roban electrones a otros átomos para ganar estabilidad y provocan la destrucción de células. Esto se ve reflejando en el envejecimiento y en la aparición de enfermedades”, dice la profesional.
Los antioxidantes son las sustancias químicas que tratan de equilibrar los radicales libres, ayudando a detener o limitar su daño para que no se lastimen más células. Su objetivo principal es proteger y revertir los problemas que causan, creando inmunidad.
Existen diferentes hábitos que propician la aparición de los radicales libres, como el consumo excesivo de alcohol, tabaco, no dormir lo suficiente, estrés, una mala alimentación y la contaminación, según Alejandra Chávez, nutricionista.
¿Cómo consumirlos?
El cuerpo produce los antioxidantes llamados enzimáticos, como el glutatión. Pero, también se pueden adquirir los “no enzimáticos”, mediante muchos alimentos y vitaminas, como frutos rojos, mariscos, cítricos y verduras. Dentro de estas últimas, se encuentran en la zanahoria, alcachofas, espárragos y brócoli.
Una dieta equilibrada, que incluya alimentos de todos los grupos, alta cantidad de frutas y verduras, alimentos integrales, legumbres, mariscos y frutos secos, así como baja en azúcares, alimentos procesados y grasas saturadas será la clave de una alimentación antioxidante. También se debe combinar con actividad física.
Estos son los antioxidantes más importantes y los alimentos donde se pueden encontrar:
Vitamina A: leche, mantequilla, huevos e hígado.
Vitamina C: disponible en la mayoría de las frutas y verduras. Especialmente en la naranja, kiwi, melón, papaya, brócoli, tomate, coliflor, coles de Bruselas y col rizada.
Vitamina E: se puede consumir en frutos secos y semillas, como almendras, semillas de girasol, avellanas y cacahuates. También en vegetales de hojas verdes, como espinaca y col rizada. Además, en aceites de soja, girasol, maíz y canola.
Fitoesteroles: su función principal es disminuir la absorción de colesterol LDL, el cual se presenta en mayor acumulación en las arterias. Se puede encontrar en las nueces, arroz, aceitunas, cebolla e higo.
Polifenoles: se encargan de defender el sistema circulatorio gracias a sus propiedades anticancerígenas, neuroprotectoras y antiinflamatorias. Están presentes en una gran variedad de plantas comestibles, semillas, cereales y bebidas como el té, el café, la cerveza o el vino tinto.
Licopeno: se encuentra en frutas y verduras rosadas y rojas como la sandía, albaricoques y tomates.
Resveratrol: también conocido como “la molécula de la juventud”, ayuda a ralentizar los signos de la edad. Ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y la disminución de colesterol LDL. Se encuentra en el chocolate negro, moras, cacahuates y vino tinto.
Carotenoides: son de los más conocidos, porque aportan un intenso color brillante a los alimentos. Ayudan al desarrollo óseo, salud ocular y la función del sistema reproductivo. Forman parte de alimentos como papas, melón, calabaza, espinaca, perejil, mango, zanahoria, guisantes, brócoli, remolacha y col rizada. Es fácil reconocerlos porque se encuentran en alimentos con tonalidades naranja, amarillo, rojo y morado.
Precaución
El portal Medlineplus, indica que los suplementos con altas dosis de antioxidantes en algunos casos pueden estar relacionados con riesgos para la salud. Por ejemplo, altas dosis de beta-caroteno pueden aumentar el riesgo de cáncer de pulmón en fumadores. Dosis elevadas de vitamina E podrían aumentar el riesgo de cáncer de próstata y un tipo de ataque cerebral. Los suplementos antioxidantes también podrían interactuar con algunas medicinas. Para reducir el riesgo, es importante indicarle al médico si consume algún tipo de suplemento antioxidante.