Salud y Familia

En el Día del Maestro (25 de junio) conozca las historias de estos docentes de educación especial

El 25 de junio se celebra el Día del Maestro en Guatemala. Para conmemorar este día, presentamos cuatro historias de profesionales de educación especial que, con esfuerzo y dedicación, enseñan en centros de niños con alguna discapacidad.

Alumnos del Instituto Neurológico de Guatemala. (Foto Prensa Libre: cortesía Jessica Ramírez)

Alumnos del Instituto Neurológico de Guatemala. (Foto Prensa Libre: cortesía Jessica Ramírez)

Un gran maestro puede llegar a cambiar la vida de un estudiante y ser un modelo a seguir. El 25 de junio está dedicado a ellos para agradecerles por la labor que hacen día a día y dar a conocer su importancia en la vida de los menores y también en el sistema educativo.

Los maestros de educación especial se encargan de trabajar con niños con algún tipo de discapacidad, ya sea física, auditiva, visual, de comportamiento, de aprendizaje o de algún trastorno del neurodesarrollo. Para ello se adaptan a necesidades educativas especiales  y trabajan basándose en diferentes enfoques, en función de cada alumno.

A continuación le presentaremos historias de docentes de esta rama que han dejado huella en la vida de sus alumnos.

Andrea Lorenzo

Andrea Lorenzo tiene 27 años y es educadora especial de la Asociación Guatemalteca por el Autismo. (Foto Prensa Libre: cortesía Andrea Lorenzo)

Desde que era una niña, Andrea sabía que quería ser maestra y que algún día cumpliría su sueño. Aunque al principio en su casa se opusieron a su decisión, siempre le llamó la atención poder compartir con niños y ayudarlos a aprender, por lo que desde los 18 años se dedicó a esta profesión.

Hoy, a sus 27 años, es educadora especial en la Asociación Guatemalteca por el Autismo. Su trabajo consiste en estimular el desarrollo emocional, intelectual, social, ambiental y físico de los niños diagnosticados dentro del espectro del autismo, a través de herramientas integrales que impulsen sus fortalezas.

Proveer a los niños de herramientas necesarias para que san independientes es uno de los objetivos que tiene la Asociación Guatemalteca por el Autismo, donde labora la educadora Andrea Lorenzo. (Foto Prensa Libre: Asociación Guatemalteca por el Autismo)

Poder hacer este trabajo ha significado para ella la oportunidad de brindar nuevos conocimientos a los menores. “Más que yo enseñar, he aprendido mucho de ellos. No hay nada mejor que ver sus sonrisas cuando han alcanzado una meta y no por mérito mío, sino porque ellos se esfuerzan día a día”, comentó.

En los 9 años que ha ejercido esta profesión, uno de los momentos que más ha tocado su corazón fue cuando uno de sus alumnos que tiene problemas para hablar pudo decir “mamá” por primera vez. “Él me volteó a ver y sus ojos se iluminaron, su sonrisa fue otra. Fue algo que realmente me llenó mucho porque, aunque era su logro, fue muy gratificante para mí haberlo vivido con él”.

Andrea ha trabajado como asesora terapéutica –maestra que acompaña a un niño en condición de discapacidad en una aula, en un colegio regular, con el objetivo de apoyar a los maestros a que la inclusión se lleve de la mejor manera– en un colegio donde han tenido a niños incluidos.

“Lo mayor satisfacción fue que el colegio aceptara la diversidad y a niños en cualquier condición. Esto ayuda a que la sociedad comprenda que todos somos diferentes y dar a oportunidad a todos. El mayor reto es enfrentar los mitos que existen sobre las personas con alguna discapacidad y esto solo se puede lograr informando a los demás”, expresó.

Jessica Ramírez

Jessica Ramírez tiene 25 años y enseña en el Instituto Neurológico de Guatemala. (Foto Prensa Libre: cortesía Jessica Ramírez)

Desde los 15 años, Jessica ya daba clases a niños en su Iglesia. Sabía que esta sería su profesión porque desde siempre le gustó servir y estar rodeada de niños; sin embargo, considera que ser educadora especial no fue una decisión planeada, sino que la carrera la eligió a ella.

Diez años después, con 25 años, cumplió su sueño y actualmente se dedica a enseñar en el Instituto Neurológico de Guatemala para poder, a través de programas educativos, desarrollar integralmente a cada niño o joven, favoreciendo así el avance de sus habilidades, aspectos psicoafectivos, intelectuales y motrices.

Jessica y sus alumnos. (Foto Prensa Libre: cortesía Jessica Ramírez)

Aunque cada día de trabajo representa retos, prisas y eventos inesperados, estos también están llenos de alegría, amor y risas. Lo que más la motiva es saber que es un instrumento para que sus alumnos puedan potencializar sus habilidades, poder brindarles las herramientas adecuadas para aprender y ser parte de sus logros.

Entre sus anécdotas más significativas, Jessica comenta que a una alumna que se le dificulta expresar la parte afectiva y social, le compartió situaciones personales y le dio un beso cuando le agradeció haber confiado en ella. También cuando otro alumno al que le es difícil la movilidad, comenzó a utilizar su andador y poco a poco ha aprendido a ser más independiente.

Amada Pineda Calderón

Amada Pineda tiene 24 años y es educadora especial de la Fundación Margarita Tejada. (Foto Prensa Libre: cortesía Amada Pineda)

Amada tuvo la oportunidad de conocer de cerca a una persona con síndrome de Down y desde entonces decidió que quería ser educadora especial. Hoy, a sus 24 años, trabaja para la Fundación Margarita Tejada para Síndrome de Down, para darle la oportunidad a otros niños de desarrollarse individualmente a través de programas de salud, educación y terapias especiales.

En los seis años que lleva como docente, ha notado en el camino que la metodología con niños con síndrome de Down es muy diferente a lo que estaba acostumbrada en la educación; sin embargo, lo que la ha motivado es saber que está brindando conocimiento a los niños, lo cual les ayudará a vivir mejor y a tener un mejor desarrollo.

Amada en una actividad con sus alumnos. (Foto Prensa Libre: cortesía Amada Pineda)

Ser maestra para ella significa tener una oportunidad diaria para poder ver las cosas buenas de la vida porque cada día es una sorpresa, aunque al mismo tiempo representa una gran responsabilidad. “La forma en que me miran, en que se comunican conmigo, ver lo duro que trabajan para mejorar cada día y lo capaces que son, es lo más gratificante”, expresó.

Amada también compartió que una de las mejores experiencias que ha vivido con sus alumnos es observar cómo cada vez tienen más control de sí mismos. “Cuando algo se les dificulta, al principio es un gran reto y lo hacen con temor, pero después de un tiempo ya lo logran y sus reacciones no tienen comparación”.

María José Agustín

María José Agustín tiene 26 años y enseña en el Instituto Neurológico de Guatemala. (Foto Prensa Libre: cortesía María José Agustín)

María José considera que ser docente es la herramienta principal para cambiar el mundo; por esa razón le apasiona su profesión y ese mismo entusiasmo la llevó a ser educadora especial, para poder luchar porque todos tengan las mismas oportunidades sin importar la condición de la persona.

Esta lucha la ha llevado a enseñar en el Instituto Neurológico de Guatemala. Con 26 años, se ha dedicado a informar y concientizar a la comunidad acerca de las capacidades y destrezas que un niño con necesidades educativas especiales puede adquirir para lograr una adaptación a la vida familiar, social y laboral.

María José y sus alumnos en una actividad del Día de la Madre. (Foto Prensa Libre: cortesía María José Agustín)

Aunque para ella cada día representa un nuevo desafío, poder fortalecer las habilidades de sus alumnos y estar con ellos en cada logro, por muy pequeño que parezca, ha sido la mayor satisfacción en los ocho años que lleva de ejercer esta profesión.

“Me llena de alegría ver que diariamente mis niños aprenden algo, por muy sencillo que sea y que lo recordarán toda su vida”, comenta María José. Para poder lograr esto, considera que la creatividad y la motivación son herramientas clave para potencializar las habilidades de los alumnos y facilitar el aprendizaje.

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